Los valores de los Juegos Olímpicos
En la antigua Grecia se rendía culto al cuerpo y al espíritu. Se consideraba que no podía existir un espíritu noble y elevado si el cuerpo no estaba en plena forma física. Y así, para cultivar el cuerpo, surgieron los juegos y destacaron los Juegos Olímpicos, en los que los atletas conseguían hazañas extraordinarias, que eran narradas por los poetas de la época. El máximo triunfador era coronado con el laurel de la victoria.
Si en nuestro país predominasen esos valores de nobleza y honestidad, claro que seríamos sede de los Juegos Olímpicos.
Pero nuestros valores son otros, por eso no tienen sentido, además son incompatibles con las Olimpiadas en las que estamos inmersos, «las Olimpiadas de la corrupción», cuyos protagonistas también consiguen grandes hazañas, narradas por los medios de comunicación.
Aquí se rinde culto al poder, al lujo y a la tontería. El esfuerzo, la dedicación, el respeto, el compromiso no se valoran; sólo son mérito de los verdaderos deportistas olvidados y perdedores, que tienen que soportar el fracaso y el ridículo de los demás.
La competición en estas olimpiadas nuestras consiste en quien malverse más, prevarique más, se enriquezca más y más rápido. La lista sería larga de enumerar, pero es conocida de todos: «Gürteles», ERE, duques, Bárcenas, directivos de cajas de ahorros llevándose cantidades inmorales mientras los clientes perdían los ahorros de toda la vida..., etcétera. Grandes cantidades de dinero para unos pocos y más miseria y hambre para muchos. El panorama es desolador. Y el Ayuntamiento más endeudado de España quería organizar el evento esclavizando a unos para gloria de otros, como está sucediendo en Qatar, donde construyen las obras para el Mundial de fútbol en condiciones de abuso laboral y ya se cuentan los muertos por decenas. La realidad es más dura que las apariencias y que el enmascaramiento al que nos tienen acostumbrados.
En fin, todos ansiamos que estos corruptos competidores nuestros lleguen cuanto antes a la meta para recibir su merecido; pero están tardando y a algunos ni los veremos llegar. Al contrario, los hay con sustanciosos sueldos en Telefónica, eléctricas, etcétera (o sea, más importante que la corona de laurel); otros están aforados o tienen el juez en casa, o tienen mucho poder, o la fiscalía los protege... ¿Nos lo merecemos?
María del Carmen García Fernández
Tol (Castropol)
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