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Lampedusa: la isla de los sueños rotos

7 de Octubre del 2013 - José Antonio Gutiérrez Glez. (Piedras Blancas)

Esta pasada semana el naufragio de una barcaza con 500 hombres, mujeres y niños a las puertas de la isla de Lampedusa, nos ha hecho enrojecer de vergüenza a todos los bien nacidos.

Puede decirse que este islote siciliano es una de las señales que marcan la distancia entre el primer y el tercer mundo, pero sus gentes entienden muy bien al que emigra. No tan bien lo hacen los políticos. En un pasado muy reciente alguno dijo que habría que hacer zozobrar las pateras de los que llegaban, a ver si así cambiaban de idea. Nosotros, por el contrario, creemos que ante la inmensa pobreza cualquier viaje a lomos del mar resulta un pequeño obstáculo.

Los informativos se llenaron otra vez de anónimos cuerpos metidos en mortajas, alineados con esa frialdad de una misteriosa muerte, inexplicable; con ese protocolo sembrado de repeticiones que es la rutina del horror y la desolación. Presto oídos a que 8.000 inmigrantes han muerto en el Canal de Sicilia, en estos últimos 25 años, y ahora, ayer mismo, en la embarcación que se incendió ante la indiferencia de algunos, otros 300 podrían haber perdido la vida. La isla una vez más se ha convertido en una inmensa morgue.

No hay nada peor que acostumbrarse a la muerte de los otros: anónimos y pobres. No hay peor cosa que aceptar como normal la tragedia. Es una atrocidad admitir como algo natural, aunque movamos la cabeza compasivamente, la fragilidad de los que no tiene nada y quieren aferrarse al último resquicio de Europa. Mientras, contemplamos hipócritamente la cruel selección que ejecuta el mar. Y, para más desgracia, esta tragedia no es nueva.

Por ello, me pregunto: ¿Qué desalmado mundo es éste que nos ha tocado vivir? ¿Qué hace Europa, tan preocupada en arreglar solamente lo suyo? ¿Qué nombre se merece todo esto? No, no fue el único, pero el Papa Francisco muy acertadamente le puso un nombre de pila: vergüenza. Hace pocos días él estuvo por allí. De pronto algunos políticos se han acercado también a Lampedusa.

¿Volverá esto a parecernos un simple incidente más? ¿Aceptaremos la realidad moviendo la cabeza con cínica compasión del que se sabe a salvo de violentas jornadas sobre el mar?

En esta alicaída Europa donde sus políticos están más preocupados de la sanidad de los bancos que de la vida de cientos de miles de inofensivos inmigrantes, que se echan al agua para escapar del hambre y el desasosiego, resulta baladí pedir para ellos justicia social

Sí, ahí están esos nuevos náufragos que nos acusan. Esos náufragos que nos llenan de vergüenza a los seres humanos. Todos en el primer mundo, debemos darnos por aludidos.

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