La Fundación Oso Pardo, la crítica y la ciencia
El 22 de septiembre publiqué en este diario una tribuna sobre la carrera de montaña celebrada en Somiedo pocos días antes. En ese artículo, criticaba a la Administración regional por no ejercer sus obligaciones en materia de conservación de la naturaleza. También comentaba cómo esta situación es aprovechada por organizaciones como la Fundación Oso Pardo (FOP) y el Fapas para ejercer un papel que no les corresponde en la gestión del oso. Además decía que sus actuaciones deberían estar bajo la tutela y el control de la Administración que ostenta las competencias de gestión de un bien que es patrimonio de todos los ciudadanos.
Unos días más tarde, el coordinador de proyectos de la FOP, José Luis García Lorenzo, respondía a mi escrito en estas mismas páginas. Su derecho de réplica resulta totalmente legítimo, pero no lo es poner en mi boca cosas que no dije. En mi tribuna, nunca negué a la FOP «el derecho a ser escuchada en lo relativo a la gestión del oso». Tampoco excluí a los habitantes de las comarcas oseras cuando afirmé que «los osos son un bien común que nos pertenece a todos». Evidentemente las poblaciones de esos territorios también tienen cabida en ese «todos».
Como en cualquier discusión, cuando hablamos de osos todo el mundo tiene derecho a opinar libremente y ser escuchado. Sin embargo, esto no debe confundirse con que todas las opiniones tengan el mismo valor. Habrá que sopesar los argumentos de cada parte y, además, cuando se trate de un bien común, considerar la prevalencia del interés general sobre el particular. Esto último requerirá en ocasiones una justa compensación a quienes hayan hecho una concesión de sus bienes o derechos en beneficio de la sociedad.
Respecto a los comentarios del señor García Lorenzo sobre la ciencia y quienes se dedican a ella, decir que la función de los investigadores es generar conocimiento. Son los responsables de gestionar la naturaleza desde las administraciones, quienes están obligados a manejar ese conocimiento y a tenerlo en consideración a la hora de tomar decisiones. Sin embargo las administraciones cantábricas destacan por dejar a un lado la ciencia a la hora de gestionar la conservación de nuestro patrimonio natural.
Si como afirma la FOP, en las últimas legislaturas se han invertido «algunos cientos de miles de euros» en investigación científica sobre el oso pardo con escasos resultados, sería bueno exponer públicamente esos datos de manera detallada. Si se confirmase que ha sido así, seré el primero en compartir esa crítica. En la misma línea, también sería muy constructivo someter a un análisis similar los millones de euros de fondos públicos que se han invertido en la conservación del oso pardo al margen de la investigación científica y que se evaluase objetivamente en qué medida esas actuaciones han contribuido a la recuperación de la población osera en los últimos años.
El señor García Lorenzo termina su artículo reincidiendo en que la prueba de Somiedo no tuvo repercusión sobre el oso y su hábitat, y, una vez más, sin aportar datos o estudios que permitan verificar si esto es cierto o no. Las cosas irían mucho mejor en la conservación de la naturaleza si su gestión se basase más en la ciencia y menos en la fe ciega que desde la FOP nos ofrecen como alternativa.
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