En recuerdo del ex coadjutor de San Francisco de Asís, en Oviedo
Querido amigo, no me gustaría que se fuese de esta parroquia con el silencio como despedida, pues no todos pudimos ir a nuestro destino.
Ya sabe que hemos coincidido en algunas cosas y discrepado en otras, pero su paciencia, comprensión y templanza nos han hecho entendernos.
Creo que ha sabido ganarse a la gente del barrio, de manera que es la cabeza visible de la iglesia. Si preguntas por algún cura de la parroquia, todos dicen «hace un momento estaba por aquí»; si no está cerca, habrá ido a visitar a algún enfermo». «Le he visto atendiendo a unos ancianitos...».
Sus misas siempre puntuales y de una duración «aceptable». Siguiendo la etimología del Evangelio, «buena noticia», sus homilías eran cortas, con una noticia de los periódicos y sin repetir las lecturas que se acaban de promulgar y que todos recordamos. Cuando terminaba la misa, no salíamos diciendo «¿qué ha pasado?», «por fin terminó». Siempre teníamos una idea nueva en la que pensar o un propósito para actuar.
Me hizo comprender lo que era el voto de obediencia y humildad soportando desplantes y... prefiero no seguir.
Su antecesor, don Ángel, enseñaba a los niños que «la misa no termina en la iglesia...». Me gustaría que en la nueva parroquia pudiese recuperar esta idea y saliese a despedir a los feligreses como hacía al principio de venir a esta parroquia.
Espero y deseo que en su nueva comunidad todo vaya como se merecen el párroco y la feligresía.
Suerte, justicia y un fuerte abrazo
Emilio Costa
Oviedo
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