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Stop a la regeneración política

14 de Octubre del 2013 - Francisco M Domínguez Menéndez (Avilés)

A los parados les importa un bledo la reforma electoral. Esta afirmación demagógica, populista y cínica sale del pensamiento concreto de Cherines inducida por Rajoy. El concepto abstracto, huidizo con el correr de los años, parece haberla abandonado. Hasta el momento y si Rajoy no lo impide, a las urnas vamos todos con el DNI, no con la tarjeta del paro.

Desde el punto de vista objetivo, es incuestionable la afirmación de la líder conservadora: para todos aquellos que sufren la lacra del paro, lo más acuciante es el empleo; todo lo demás queda relegado a un segundo plano. Trabajo, hoy día, significa subsistencia y desarrollo humano. En cambio, desempleo es sinónimo de decadencia hasta límites de sufrimiento insoportable. No hace falta ejemplificar esta afirmación con casos recientes de consecuencias dramáticas por todos conocidas.

Doña Mercedes Fernández, creyendo enunciar una de las grandes verdades universales, olvida que, hasta la fecha, el porcentaje de población ocupada se encuentra próximo al 75%. O, si se quiere, en términos de proporcionalidad, de cada cuatro personas en situación laboral tres están empleadas. Por tanto, siendo fieles a las cifras, la línea argumental de Cherines, falaz e interesada, queda en entredicho. Es muy probable que haya una amplia mayoría ciudadana doblemente motivada: corregir las dramáticas cifras del paro y votar bajo la luz de una nueva ley Electoral más justa que refleje fielmente la composición política de la Junta. Tal vez éste sea el primer paso para avanzar hacia la solución de los problemas que hoy nos asfixian.

Pero vayamos al meollo de la cuestión, que no es otro que el interés de ambos partidos (PSOE y PP) por abortar cualquier iniciativa de cambio electoral que les suponga pérdida de poder efectivo. Todo hace indicar que el nuevo proyecto de ley orientado hacia una mayor justicia democrática no es del agrado de las dos grandes organizaciones mayoritarias que ven peligrar la hegemonía del bipartidismo tal como está constituido actualmente. La oposición frontal de los dos grandes partidos hacia el cambio electoral radica en el temor al aumento de la dificultad para la obtención de mayorías absolutas y en la exposición al peligro real de perder el acta de diputado.

En el devenir político español –y por ende asturiano– el principal protagonista de la vida parlamentaria, emanada de la actual ley electoral, fue la crispación, la corrupción, la muerte de Montesquieu y la exaltación de los nacionalismos excluyentes. Éstos son los lodos de aquellos barros electorales: una perversión democrática irrespirable y la amenaza separatista vasca y catalana.

El caso es que esta ley viene a poner en entredicho todo el sistema electoral español; por eso socialistas y conservadores quieren levantar un muro de contención en Asturias, región pionera en tantas luchas perdidas. Aquí nace y aquí va a morir la primera iniciativa de cambio político real en España. Tienen miedo de que el virus regeneracionista se extienda por todo el Estado. En sanidad, justicia y educación no se pusieron de acuerdo en treinta y cinco años, pero en salvaguardar los intereses partidistas de ambos les vale con la seña de treinta y uno.

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