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El teniente Salicio nos dejó

23 de Octubre del 2013 - Álvaro Sariego (Oviedo)

El pasado 28 de septiembre fallecía don Emiliano Salicio Ramos. Cumplí el servicio militar en el Milán en el año 1973 y tuve la grandísima suerte de que me tocara como jefe el teniente Salicio. Creo que es muy difícil haber coincidido con un jefe tan buena persona como él.

Voy a contar algunas anécdotas de las cuales podemos deducir por qué el teniente Salicio quería tanto a sus subordinados y ellos a él. Era el teniente subayudantía, y la subayudantía era el departamento que se ocupaba del mantenimiento del cuartel. Su equipo humano estaba compuesto por albañiles, electricistas, fontaneros, jardineros, etcétera... Cuando ejercías un trabajo específico, se llamaba tener destino y todo soldado suspiraba por tenerlo porque normalmente te eximía de guardias, práctica de tiro, clases teóricas y multitud de actividades que no gustaban a nadie.

En subayudantía éramos unos 40 o 50 soldados y cuando alguien nos preguntaba por nuestro destino contestábamos: «En la empresa de tío Salicio»; y éramos la envidia del cuartel.

Yo estaba en la oficina del departamento y durante muchos meses fui su «mano derecha» vi llegar a gente importante que solicitaba al teniente colocar a algún recomendado en alguno de los destinos de subayudantía; normalmente siempre les decía que lo tenía todo cubierto, que hablasen con el coronel; otras veces aparecía por allí algún chaval que había hecho la mili con él y decía que pasaba a saludar; pero cuando la conversación avanzaba se veía el verdadero motivo de su visita: tenía a un pariente cumpliendo el servicio militar en el cuartel y comentaba al teniente la posibilidad de darle destino. El teniente rápidamente le pedía el nombre del familiar y le decía que en cuestión de días tendría destino en subayudantía. Normalmente, el ex soldado no esperaba una respuesta tan rápida y en sentido afirmativo, y le decía que su pariente era labrador y no tenía ningún oficio. El teniente le contestaba que no se preocupase que se le enseñaría durante su servicio militar. Fui testigo de muchos casos como el que relato.

El coronel siempre pedía las obras con urgencia. «Hay que pintar toda el ala oeste del cuartel y tiene que estar para el día X». El teniente era muy hábil y siempre le sacaba al coronel días de permiso para repartir entre sus soldados si la obra se terminaba según lo previsto.

Cada vez que esto ocurría yo estaba esperando mi parte de días, pero nunca había para mí (su ayudante más próximo), siempre los repartía entre los que vivían lejos de Oviedo. Aunque en aquel momento no lo viese, era lógico: yo dormía todos los días en mi casa, salía y entraba cuando quería y tenía otras ventajas.

De estas tres anécdotas podemos deducir entre otras muchas algunas de las cualidades que atesoraba el teniente Salicio:

Un jefe bueno y un buen jefe; defensor de los que tenían menos recursos; ecuánime en el reparto; jefe muy respetado sin nada de autoritarismo, sencillo. Y lo más importante: buenísima persona.

Al único sitio que no iría con el teniente Salicio sería a la guerra porque estoy seguro de que nos rellenaría los fusiles con balas de fogueo para que no matásemos a nadie.

¡No te olvidamos, teniente Salicio!

Álvaro Sariego

Oviedo

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