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¡Enhorabuena, Malala

12 de Octubre del 2013 - Alfredo Lobato Queipo (Villar (Candamo))

No puedo más que pedirle atentamente su permiso para expeler a través de este atento medio de su digna dirección mi más profundo e incontenible sentimiento de satisfacción porque el Comité Nobel de Noruega haya decantado el equilibrio de la balanza decisoria sobre el destino del premio de tan distinguido nombre, en pos de reconocer la actitud y acciones individuales o grupales en favor de la Paz mundial, en forma que no haya recaído en la (prematura) Señora Dª Malala Yusufzai.

Su corta edad, sus escasos logros (aquí, entiéndanse comillas dobles, o triples) y la posibilidad de que el premio la convierta en objetivo terrorista han decantado al jurado a volver a poner de manifiesto lo conservadora que es la especie humana por definición, atraso intelectual inherente a nuestra especie de bíblico e impuesto mandato, que nos lleva privando a buen seguro de un avance intelectual inmensurable por falta de patrón comparativo contra el que realizar una evaluación objetiva.

La decisión de otorgar este sublime galardón a la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) está más que justificada, en efecto, desde el punto de vista secular de animales caníbales, como somos por definición, en perpetuación de nuestro ser y estatus en este mundo que el Magno Creador nos ha regalado como culminación de su acción nunca bien ponderada, aun cuando no logremos entender todos sus sabios designios primigenios, imbuidos en nuestra esencia vital y en pro de nuestra perpetuación como imagen de la divinidad de turno en este mundo que se nos ha dado.

Si no somos capaces de alabar a quienes hacen bien a la razón de existencia de nuestro sistema consumista (principio animalista de la creación, por esencia, ya que estamos construidos sobre la base de devorarnos los unos a los otros para sobrevivir), en el que hay que incluir el generoso acto de aquellos dirigentes nacionales que se gastan en armamento eficiente las disponibilidades que ponen a su cargo quienes se lo quitan de la boca propia, a través de su buena disponibilidad y asunción de las responsabilidades colectivas como causa propia, para que el orden establecido sea capaz de corregir gentilmente sus (seguramente) pueriles incorrecciones, no estaremos en disposición de seguir caminando correctamente hacia la luz objetivo que nos debe guiar a un mañana pleno de vidas en perfecta cohesión con el universo de plenitud para el que estamos proyectados. Esto es una garantía sin posibles discrepancias más que suficiente para avalar la decisión de aquél comité que refiero al comienzo de este sencillo escrito, al cual prefiero no seguir publicitando.

Pero yo discrepo, como seguramente ya se podrá atisbar. Otro mañana es posible.

Y un reconocimiento que, a buen seguro, compartirá más de la mitad de la Humanidad (aquella cuya mente es capaz de ver más allá del muro límite de percepción de la lógica natural a la que se nos ha permitido acceder de forma terrena, contra natura, en actitud perfeccionista sobre los principios impuestos por las distintas deidades que nos gobiernan)

¡ Malala, no lo has conseguido!

Que te hayan metido un tiro en la cabeza, por tu empecinamiento en hacerte amiga de un mundo más amable, y hayas sobrevivido para poder reclamar la posición de dignidad de tu género en este planeta no es suficiente. Lo normal es que te hubieses ido de una vez para que no dieses más la coña.

Malala; un niño, un lápiz, un profesor y un libro, en efecto, pueden cambiar el mundo. La circunstancia de que lo hayas dicho tú, ¡va a cambiarlo de seguro!, aunque te hayan oído sordos de la fe en el progreso de nuestra voluntad de perfección como responsables vivos exentos de automatismos religiosos y esencia con hálito de vida única (al menos, conocida) en este universo en el que nos ha correspondido actuar.

Quienes leéis esto, ¿La habéis oído (o mejor, ESCUCHADO) en la televisión, o en la radio, o donde fuere?

Quien con dieciséis años es capaz de pronunciarse como lo ha hecho esta niña, mujer por su determinación y por lo que ha sufrido, es alguien en quien yo, con mis casi cincuenta, pondría mi existencia a ciegas a disposición de sus manos; no en el de las divinidades y representantes salvapatrias que siguen impregnando este mundo de la condenación a mantenerse mal nutrido de los intereses humanos más elementales, en el que irreversiblemente parece patente que el empeño consiste en lograr que nos perpetuemos viviendo totalmente ajenos a sus más íntimos intereses ante el Olimpo, en el que resulta irrelevante su compartición coexistencial con nosotros, pobres y patéticos contribuyentes mortales.

El siglo XXI no nos ha traído demasiadas novedades, me da por razonar ahora (para prueba, un botón), al menos por el momento.

Mi premio particular, propio, personal y sentido como nunca, es para ti, Malala. Desde que tengo uso de razón llevo vistos ejemplos de mujeres, y también de hombres dignos de admiración y ejemplo para el conjunto de la humanidad, si es que a todos juntos se nos puede considerar así, cosa que ya llego a dudar. Cierto es que preferiría no hacerlo y creer a pies juntillas que todos remamos en la misma canoa y en la misma dirección.

El que no te hayan concedido el Nobel te da muchísima más trascendencia y notabilidad. No lo dudes. ¡No sabes cuánto me alegro de que no te lo hayan reconocido!

¡Enhorabuena, Malala!

Siempre tuyo, ...

... alguien que intenta ser más humano y mejorar, como tú ¡Gracias por el ejemplo, y por ser como eres!.

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