Javier Neira y la educación socialdemócrata
Javier Neira lleva a cabo en su columna del pasado día 9 (Diez y cero) una nueva cabriola de acomodación de la realidad a sus ideas. No ha dejado reposar ni un día la información sobre los resultados del informe de la OCDE acerca de los niveles educativos de la población adulta, y ya en el primer párrafo pone a sus prejuicios a golpear aquí y allá: enseñanza libre (?) frente a hiperestatalizada (?), Igrafo, Almacenes Pumarín, la trama jamonera; menos mal que por esta vez Albania se salva de su indignación, aunque más adelante los perversos funcionarios docentes también reciben su merecido.
A continuación nos explica las razones del éxito educativo del país nórdico, un batiburrillo que mezcla cosas ciertas con sus mantras habituales, aunque casualmente olvida un par de rasgos que son, a mi juicio, condiciones sin las cuales no habría sido posible el mencionado éxito: en primer lugar, un fuerte sistema fiscal que facilita los recursos que permiten, entre otras cosas, la gratuidad de la práctica totalidad de la educación desde la escuela hasta la Universidad (incluidos en la etapa obligatoria los materiales escolares y una comida), la atracción hacia la docencia, vía salarios altos y prestigio social, de titulados universitarios con expedientes brillantes, amén de toda una serie de medidas que facilitan la gran flexibilidad y autonomía con que los currículos se desarrollan en los centros; y, en segundo lugar, una enseñanza pública al 99% con un reparto de funciones entre los poderes estatales (fijación del marco normativo básico) y los locales (gestión de los centros y los recursos), repartiéndose entre ambos la financiación.
Asistimos, por tanto, a la paradoja, si hacemos caso a don Javier, de que, mientras nuestra estatalizada enseñanza pone un tercio largo del alumnado en manos privadas (unas buscando el negocio y otras el adoctrinamiento), la libre enseñanza finlandesa fomenta, bajo la tutela de los poderes públicos, el desarrollo educativo del alumnado desde las comunidades locales, con fuerte presencia de las familias y con la preocupación de que la convivencia de todos en las mismas aulas asegure la cohesión social.
Aunque, bien pensado, es probable que los juiciosos fineses quieran poner algo tan preciado como la educación de sus hijos (y el dinero de sus impuestos) a salvo de las manos de negociantes y de adoctrinadores. Dicho de otra manera, no están dispuestos a que el sistema educativo se convierta en una mercancía más, sometida a los vaivenes de la dinámica económica. Y no cabe duda de que su apuesta está teniendo unos resultados brillantísimos, si tomamos PISA como referencia, que quizá sea demasiado tomar.
Ciertamente, la educación es un asunto muy complejo y el modelo finlandés debe su éxito a un amplio conjunto de factores que no cabe tratar adecuadamente en un espacio tan limitado como un periódico, sobre todo cuando se utiliza como un arma arrojadiza para acometer a los contrincantes ideológicos o para defender intereses espurios. No me estoy refiriendo exclusivamente a Neira, de quien me sorprende que en su afán de atizarles a sus bestias negras locales se pase de frenada y acabe poniendo como alternativa ni más ni menos que la plasmación del ideal educativo socialdemócrata. Más allá de estas cuitas llariegas, es el panorama que ofrecen, salvo escasísimas excepciones, nuestros medios de comunicación cada vez que la educación se convierte en noticia. Y así nos va.
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