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Contra la pobreza y la barbarie

17 de Octubre del 2013 - Carlos Muñiz Cueto (Gijón)

¿Se imaginan qué ocurriría en un lugar acostumbrado al trabajo asociado si una multinacional cerrara una fábrica con buenos profesionales capaces de realizar un buen producto? Esos profesionales abrirían otra fábrica y se pondrían a realizar un producto, mejor y más competitivo, arrebatándoles los clientes a la multinacional. ¿Cómo fomentaríamos esa iniciativa de trabajo asociado para producir y ser competitivos? Pues podría ser garantizando un impuesto negativo a todos los productores del país, una renta básica universal (RBU) que permitiría la asunción de parte del riesgo emprendedor por parte del Estado. Esa RBU sería un impuesto negativo y estaría condicionado a la presentación de la declaración de la renta a Hacienda. No se trata de pagar la inactividad, sino de animar a la actividad emprendedora, incluso la consumista. No se trata de preocuparnos tanto por controlar el no-trabajo persiguiendo a desempleados mientras se premia la inactividad con prejubilaciones, sino de orientar, evaluar, y animar al éxito emprendedor de los ciudadanos que realizan su actividad comenzando en un garaje. No se trata de preocuparnos de cómo suministrar asalariados de bajo costo a ineficaces «empresarios» subvencionados, sino de convertirnos todos en activos emprendedores. ¿Quién tiene miedo a la competencia que los nuevos emprendedores podrían ejercer al asumir el Estado parte de su riesgo salarial? Algunos «empresarios» en busca de asalariados baratos pensarán que esto se llenará de inactivos. Pero, como no se puede sacar de donde no hay, si fuese así, el país sería estúpido: una minoría se perjudicaría a sí misma perjudicando a los demás al devaluar la RBU a un valor casi nulo. No es de recibo que un masterizado universitario español limpie servicios en Londres porque aquí no se le permitió sobrevivir mientras buscase una actividad emprendedora vocacional que ayudase a los demás y le permitiese ver el futuro. La automatización de procesos no elimina actividad, sino que la eleva exponencialmente mientras genera desempleo. Prepararse para trabajar de forma asociativa en una actividad vocacional usando el desarrollo tecnológico es lo que facilitaría el progreso y la estabilidad de un país. España debe bajar salarios convirtiéndolos en una parte fija estatal y otra variable empresarial con el fin de: ser competitivos, vender fuera, pagar deuda, y reinvertir beneficios en I+D+i. Un esfuerzo mayúsculo de los AASS y, solidario, renunciando a toda subvención actual. Eso, o fronteras internas, guardas de seguridad, y la barbarie conquistándolo todo. Que el obrero esté en extinción no significa que la actividad deba caer hasta un 27% de desempleados arrastrando a más de 3 millones de personas a la pobreza extrema. Debemos preocuparnos de conseguir mercados con valor añadido vendiendo fuera los productos realizados de forma automatizada y solidaria. No se trata, como ahora, de alimentar a auténticos tramposos con subvenciones, fondos de rescate, información privilegiada y trato fiscal favorable. La RBU es algo opuesto a tanto privilegio destructivo, a tanta política fiscal opaca, a tanta competencia desleal que perjudica a los buenos emprendedores y corrompe a partidos políticos y sindicatos mientras se avalan actividades de «empresas» o grupúsculos malévolos que sólo buscan el bien propio a costa del de los demás.

Alaska y Suiza están en ello, el modelo de RBU es válido para todos, incluso para los países más pobres. Facilita la actividad vocacional al asumir parte del riesgo salarial de forma universal y permite alejar la pobreza extrema de los ciudadanos. Es algo propio de Estados modernos y de un mundo que quiera alejarse de la barbarie al ver venir los límites del crecimiento y como el desarrollo tecnológico destruye empleos. Es un modelo valido para España aunque aún nos falte: esfuerzo, compromiso unitario y solidario, educación y adecuación. Cuanto primero empecemos, más lejos estará la barbarie que llama a nuestras puertas. Preocupémonos de la actividad, no de la inactividad.

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