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Areces continúa siendo leninista

21 de Junio del 2009 - Isidro Martínez Oblanca

Siempre se espera de un político comprometido que exprese sus ideas en alto y con claridad. ¿Acaso no es la democracia un sistema de opinión? Muchos lo aguardábamos cuando Francisco Álvarez-Cascos ocupó el atril del teatro Palacio Valdés con motivo de la entrega de distinciones que otorga con esfuerzo, notable éxito y ayudas menguantes la Fundación «Sabugo ¡Tente Firme!».

Si bien la organización del acto fue excelente, se echó en falta la figura de un glosador que profundizase en los méritos respectivos de los tres homenajeados en sus servicios hacia Asturias. Al no haberlo se equiparó sin intención, pero injustamente, los muchos logros y obras llegadas a nuestra región de la mano de Álvarez-Cascos, con los otros dos distinguidos con la «Sardina de oro». De ahí que, a falta de aportaciones, éstos dedicaran buena parte de su intervención a recordar su ligazón con Avilés en sus años mozos o, caso concreto de Carrillo, en los de su más tierna infancia.

El discurso de Álvarez-Cascos fue uno de los más importantes y trascendentes en sus más de tres décadas de vida política. No defraudó como corresponde a quien ha sido responsable en la construcción del principal partido de España y ha desarrollado con eficacia altas responsabilidades de gobierno. Estamos ante lo que se ha dado en denominar un «hombre de Estado», alguien con visión de futuro que piensa en el porvenir general.

Acertó de pleno a tenor de la reacción del Círculo Socialarecista del Pensamiento Único, con profundas raíces en el comunismo de Lenin que Areces, su mentor, nunca abandonó, como conocen los auténticos socialistas del PSOE que lo aborrecen. Los socialarecistas trataron de embadurnar con su barahúnda contra Cascos una de las más sobresalientes intervenciones políticas –a mucha honra– que se ha realizado en nuestra tierra en lo que va de siglo. Favor que, pese a las consabidas andanadas del régimen oficial y pese a la gravedad que supone cultivar semejantes prácticas totalitarias, le han hecho al autor: no se habló de otra cosa en la región durante varios días que sobre su intervención. Pero los asturianos no nos caemos de un guindo, ¡sólo faltaría que la persona que más títulos por el progreso de Asturias tiene acreditados en su hoja de servicios tuviera que renunciar en un acto como el de Avilés a expresar su sentimiento por cuanto sucede ahora en nuestra tierra!

Subtítulo:El reciente discurso de Álvarez-Cascos en Avilés fue uno de los más importantes y trascendentes de sus más de tres décadas de vida política

Destacado: Los socialarecistas, los leninistas de pensamiento único, llevan años intentando amordar a Cascos, pero no lo conseguirán jamas

Cascos argumentó que la actual situación de crisis exige medidas de gran calado por sus tremendos efectos sobre muchos millones de personas. De ahí el valor de diagnosticar, sin convencionalismos ni ambages, la crudeza de estos difíciles tiempos para España –singularmente para esta Asturias de atrasos, retrasos, cierres, sobrecostes y saqueos– y, lo que es más importante, arbitrar soluciones para superarlos. Su apelación a la reedición de un «gran pacto nacional contra la crisis» llegó tras recordar las complejas circunstancias de finales de los setenta que se afrontaron con los Pactos de la Moncloa suscritos por «todas» las fuerzas parlamentarias. Siendo aquellos tiempos malos, eran mejor que los de ahora. No se entiende que siquiera se intente el acuerdo.

El análisis y el crudo despiece de la situación actual no gustó a algunos. Normal. ¿Cómo va a aplaudir el déspota Areces una intervención que le desenmascaró como cooperador de primer grado, cuando no inductor, en la sangría de nuestra tierra? ¿Acaso los murmullos y los traseros inquietos en el patio de butacas no reflejaban la incomodidad por verse retratados en el cuadro dibujado por Álvarez-Cascos? ¿Cómo no va a resultar molesto al socialarecismo que se recrimine la ralentización, cuando no la paralización, de las grandes obras que se pusieron en marcha con el Gobierno de José María Aznar con cargo al legendario Plan de Infraestructuras del Transporte (P.I.T. 2000-2007)?

Otros puntos sólidos del mensaje de Álvarez-Cascos incidieron en los temas que afectan a los intereses regionales y que deberían preocuparnos a todos: el origen del cierre del alto horno de Arcelor como consecuencia de una salteadora subida de tarifas eléctricas decretada por Zapatero que damnifica a las economías familiares y a los costes de producción de las empresas; el trueque en la ejecución de la Alta Velocidad ferroviaria para postergar su llegada a Asturias y construirla, encima, con características mermadas; la eliminación del AVE del Cantábrico y el abandono del metrotrén; el letargo en la realización de grandes obras en autovías, puertos y aeropuerto, planificadas, puestas en marcha y dotadas presupuestariamente por los gobiernos del PP, etcétera. La aniquilación, en definitiva, por parte del Gobierno Zapatero, de lo muchísimo que llevaba el marchamo de Álvarez-Cascos en su afán por superar carencias históricas de Asturias.

El mensaje de Cascos desvela la España y la Asturias a la que quieren resignarnos. Mucho Obama en los mítines pero en lugar de imitar sus políticas activas para luchar contra la crisis, aquí se apuesta por los frenazos en lugar de la aceleración, por el calamitoso PEIT en lugar de continuar con los planes de infraestructuras ya emprendidos, por dilatar los plazos de ejecución en lugar de acortarlos, por la resignación de los ERE y del desempleo en lugar de las medidas urgentes para crear trabajo. De especial singularidad fue la defensa de las ayudas a los sectores no financieros de la industria, la agricultura y los servicios. No faltó un recuerdo del ex vicepresidente para las pequeñas y medianas empresas, motores en la creación de empleo a las que se ha dejado desasistidas.

De ahí que tras tantas y tantas verdades como puños, pronunciadas alto y claro en el discurso de agradecimiento a Sabugo, los leninistas del Pensamiento Único no disimularon su aspiración a amordazar a Álvarez-Cascos. Nada novedoso. Llevan décadas intentándolo pero no lo conseguirán jamás. A Areces y sus camaradas se les ha visto, una vez más, el plumero.

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