Di la verdad

17 de Octubre del 2013 - Antonio García de Vicuña (Mieres)

El dolor me da perspectiva. Cuando estoy a punto de ahogarme pienso; ¿todo termina así?, luego vuelvo a ver las luces, quizás aún me queda un último viaje. Es el momento de decir la verdad. A la pérdida absoluta de esperanza los psicólogos lo denominan depresión. Supongo que es más sencillo para el sistema declararte enfermo, o un paria en la sociedad, que remover su propia basura.

Ningún ciudadano correcto, independiente y en su sano juicio, caería enfermo en un estado de abatimiento, desánimo y frustración. Incluso cuando ese ciudadano, que se las prometía muy felices, empezó a sentirse mal, desanimado, al igual que su entorno más cercano, experimentando sensaciones cada vez más desagradables. Sin trabajo y agotadas las prestaciones por desempleo hacer frente a las obligaciones económicas y a las deudas anulan cualquier personalidad jovial.

>. Me quedo perplejo cuando a día de hoy, aún escucho esa expresión económica Keynesiana que aboga por un desarrollo económico equilibrado socialmente, y la quimera del pleno empleo. El Estado del Bienestar, es delirante. Con casi cinco millones de inscritos como demandantes de empleo, una tasa de paro juvenil por encima del 50%, condiciones laborales míseras, salarios microscópicos, contratos aberrantes, ofensivos. Cada vez se paga más impuestos y a cambio gozamos de menos beneficios de interés colectivo o individual. El precio de los alimentos, incluso los más básicos, aumentan. Practicar deporte en recintos municipales no es ninguna ganga, estacionar el coche en la calle también tiene precio. El carburante y moverte por las autopistas empieza a ser prohibitivo. Somos la generación de la esclavitud moderna y lo peor de todo es que encima nos venden humo.

Lamentarse es inútil, vamos al grano, ¿Cuál es el problema?, creo que lo sé. Te ofrecieron un empleo, al aceptarlo firmaste la sentencia. La hipoteca te hace inofensivo, estas desarmado, toda la mierda que posees y no necesitas le da seguridad a tu jefe. Las cadenas adoptaron formas decorosas, un bonito traje, aflójate la corbata antes de que te asfixie. Cada día te levantas para esas dos semanas de verano en la playa. El sábado eras otro hombre, las drogas mitigan el dolor, tu equipo de fútbol posterga el sufrimiento. Anestesia. ¿De verdad esas dosis son suficientes? La mañana del lunes molesta, deja de engañarte, la resaca no es por el fin de semana, es por tu estilo de vida. El martes de camino al trabajo sintonizas una emisora de radio con una música somnífera, de noche masticas la jodida y políticamente correcta televisión. El sábado escuchabas The Clash, Ramones, The Adicts y Eskorbuto. Pedías más volumen. Un fuerte dolor estomacal te despierta, los alimentos congelados y el estrés reaccionan en tu interior, tu otro yo no te deja dormir. Corres al baño, ¿estás vomitando?, disfruta del momento. Mírate al espejo y di la verdad. Dila hasta que duela.

Nadie tiene la receta, pero en el fondo conoces la verdad. Dejaste de hacer aquello que te hacía sentirte bien, ahora finges. Eres amable en el trabajo. Déspota en el hogar. A mí también me duele. Abandona esa costumbre de ser agradable con quien no se lo merece, no tienen pensado asistir a tu funeral. Amas a unas pocas personas, demuéstraselo todos los días, si lo haces empezarás a vivir con honradez y entonces dejarás de separar tus pensamientos de tus acciones.

Eres bueno en algo, que importa entonces como llevas el pelo, que música escuchas y la ropa que vistes, si eres bueno en lo que haces a nadie le importa lo que aparentas. Tampoco nos interesa lo que hagas, tan solo di la verdad cuando lo cuentes. Vete a la montaña, al gimnasio o a donde sea que te guste ir, pero entrena hasta que duela, sacrifícate y aprende la diferencia entre hacer algo de verdad y lo que tú llevas haciendo todo este tiempo. Rechaza cualquier sensación más endeble. Adopta esa misma actitud ante la vida. No puedes morirte sin haberlo dado todo, sólo tú conoces tus temores, secretos y pasiones. Lucha hasta el final. Ya es hora de despertarse, de decir > cuando así lo sientas. Di >, esto no es lo que quiero, no lo necesito. Creerte toda esa mierda publicitaria y vivir por encima de tus posibilidades te ha convertido en prisionero. Ellos se ríen, tú sufres. No le concedas a nadie el derecho de juzgarte. Los estudiosos del sillón se irritarán con este lenguaje, los vasallos del sistema encolerizaran. Sólo desean la desdicha ajena para sentirse mejores. Véncelos. Son palabras cultivadas a fuego y escritas con sangre que intentan estimular tu rabia. No es un estilo de vida poético, es supervivencia. Una lucha primitiva con palos y piedras por defender lo único que nadie te puede arrebatar como individuo. Hónrate. Eras un niño > y espero que por tú bien siga siendo cierto. Yo también soy culpable. Lo sufro a mi manera.

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