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La Iglesia no es una ONG

17 de Octubre del 2013 - Diana García (Oviedo)

Nuestro Papa Francisco lo repite una y otra vez, «la Iglesia no es una organización asistencial, una empresa, una ONG, sino que es una comunidad de personas, animadas por la acción del Espíritu Santo, que han vivido y viven la maravilla del encuentro con Jesucristo y desean compartir esta experiencia de profunda alegría, compartir el mensaje de salvación que el Señor nos ha dado». Este párrafo está sacado del mensaje que para este año el Papa ha escrito a todos los católicos para la celebración el 20 de octubre del día del Domund (Domingo Mundial de las Misiones).

Ante esta especial jornada para los creyentes, debemos tener bien clara la diferencia que hay entre una organización no gubernamental (ONG) y la Iglesia, y la clave está en la Fe, en esa acción del Espíritu Santo y la alegría que menciona el Papa Francisco, la alegría de compartir el mensaje de Jesús con aquellos que aún no lo conocen.

Para presentar la campaña de forma más visual se ha realizado un corto de unos 15 minutos bajo el título de «El Milagro de Mao», (se puede ver en Internet). En él tenemos como protagonista al misionero asturiano Kike Figaredo y a una niña llamada Mao, a través de esa historia vemos qué papel juegan nuestros misioneros y misioneras: su acción va más allá de facilitar un pozo, unos alimentos, una escuela o una silla de ruedas como es en el caso de Mao, su labor está relacionada con lo más profundo de la persona, con ese mensaje de salvación que nos ha sido revelado.

Desde ahí, es desde donde debemos comprender el Domund, y volviendo a la carta del Papa, compartir la idea de que la Fe es un hermoso don de Dios que nos hace la vida más llena, más bella y que ese gozo debemos llevarlo a todos los «suburbios»; que nuestro territorio de misión es Asia, África, América, Oceanía, Europa, España, Asturias, mi barrio y tu barrio. Que en esta tarea no debemos tener miedo (nos lo decía Juan Pablo II), debemos ser valientes e ir de la mano de la Iglesia. Tenemos que «armarla» como animó el Papa Francisco a los jóvenes en Brasil.

Ante todo lo que digo habrá quien se pregunte: ¿Pero qué debo hacer? Se pueden hacer muchas cosas. Podemos desde nuestros hogares, nuestras parroquias aportar nuestro apoyo espiritual, rezar por la Paz, por la Justicia, por los hombres y mujeres que sufren, por los misioneros, poner nuestro ser en esa disposición, esto es algo fundamental. Podemos hacerlo en comunidad, el domingo en la misa del Día del Domund o en las vigilias que en Avilés y Gijón se han organizado para el 19 de octubre.

Podemos pensar en la posibilidad de ser nosotros misioneros. Sí, ¿por qué no? Si no podemos irnos a África o a América por multitud de impedimentos, podemos formar parte de la «nueva evangelización» aquí, podemos ser portadores de alegría y esperanza en este mundo nuestro asediado por la crisis, la crisis de no sé, de valores, económica, moral, pero la crisis, un mundo consumido por la desesperanza.

Y también podemos ayudar con dinero, pero teniendo claro eso de que la Iglesia no es una ONG, ni una empresa; el dinero que podamos facilitar, mucho o poco, será destinado a llevar esa alegría, esa esperanza, ese mensaje que tanta falta hace en el mundo. Será destinado a Mao, la niña que por una mina perdió una pierna en Camboya pero que además de la pierna había perdido su vida y que gracias a la compañía, presencia de misioneros como Kike Figaredo volvió a vivir.

Cómo no vamos a sentirnos alegres o felices los cristianos de participar en cosas como las que hacen los misioneros y las misioneras: ellos están dando vida, distribuyendo un agua especial, esa agua que una vez se bebe sacia la sed del alma. Todos podemos ser parte de esa alegría, de esa agua.

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