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¿Patrioterismo en Gijón?

20 de Octubre del 2013 - Julio L. Bueno de las Heras (Oviedo)

Resulta difícil discrepar, aunque sea ocasionalmente, de alguien como Pedro de Silva sin que te sientas mal contigo mismo. De cuna y rodaje le viene a este hombre un estilo propio del que trasciende patrimonio intelectual, agudeza, tolerancia, liberalismo y sentido del humor, virtudes que aprecia y exige tácita o expresamente a lectores e interlocutores.

Con el asunto del creativo provocador que, como todo marxista que se precie, siente asco del club que le tiene como miembro, y de la subsiguiente reacción de diversas instituciones gijonesas, don Pedro nos recuerda en una de sus recientes cabeceras en este periódico que el patriotismo está en los antecedentes de mucha sangría histórica de esas que los viejos libros pintaban como heroica intrepidez y nuestra ilustrada generación considera simplemente poca capacidad para el diálogo y el trueque. Posiblemente sea cierto. Posiblemente ninguna Patria, ninguna fe, ninguna dignidad, valor, ideal o convicción merezcan cobrarse, por un calentón irreflexivo, el alto precio de una vida humana. O no. Posible es también que la gente que se ha partido la cara o el alma por defenderse de agresiones o por proteger ámbitos ilusoriamente sacralizados haya sabido pagar un precio justo por salvaguardar su dignidad o creer que lo hacía. Como en todo, la virtud está en esa sutileza experta que sabe distinguir el arma de fogueo de la real, al mierdaseca del malasangre, al tontorrón pegajoso del violador, a la coña del insulto, a la torpeza de la agresión, a la caricia del magreo, a la amenaza de la baladronada y a la provocación malintencionada del reto intelectual. Por ejemplo.

Yo no sigo tanto como don Pedro la obra de don Albert Pla para saber juzgar si lo que dijo lo dijo por dar pellizcos de monja, sin traductor mediante, en el argot de los de su cuerda, o si estaba realmente queriendo molestar o insultar gratuitamente a la gente. Si fue lo primero, es que en Gijón no han sido suficientemente sutiles, ni liberales ni tolerantes como para captar estos registros del sentido del humor de un intelectual de tan complejo espectro. Si fue lo segundo, pues que reciba la adecuada dosis de Keledenato® por prescripción facultativa. Seguro que saca alta rentabilidad a la breve convalecencia y pronto montará otro show.

Recurriendo al tópico, yo supongo que si el señor Churchill hubiera tenido las dosis de sentido del humor, tolerancia y liberalismo de Chamberlain o de Eduardo VIII, nuestros abuelos se hubieran evitado mucha carnicería patriotera por inhóspitos barrizales. Lo que hubiera tenido que cursar, que siempre habría sido de menor cuantía, lo habría hecho, en ordenada formación, a través de chimeneas.

O sea, que habrá que ir ensayando talento y talante y sentido del humor para sobrevivir a la que nos viene del Noreste, sin perder ni nervios ni compostura. Todo sea por la Patria, con perdón.

Julio L. Bueno de las Heras

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