Intrusismo profesional
Estas líneas las escribo a colación de una crítica musical publicada en este periódico el sábado 19 acerca de la representación de «La Traviata», de Verdi, en Oviedo, supongo que sobre el primer pase de la producción estrenada el domingo anterior.
Además las escribo por algo que ocurre en mi profesión desde comienzos de las primeras críticas periodísticas musicales como tal, en el siglo XIX, y es que cualquiera puede escribir sobre música.
Soy estudiante de Historia y Ciencias de la Música en la Universidad de Oviedo, además de tener estudios de Conservatorio. Además, no tengo prejuicios acerca de que se escriban artículos de opinión sobre tal o cual asunto, o sobre cosas tan opinables como las emociones que provoca una obra de arte.
Sin embargo no escribo, como poco entendida en el asunto que soy, artículos informativos o críticas sobre tal o cual obra de ingeniería.
No es que un profesional no esté nunca de acuerdo con las opiniones sobre cualquier obra de arte que le atañe, o que no se pueda escribir de música, por ejemplo, siendo un melómano y no un musicólogo formado. Se trata de que a menudo hay que aclarar que, aunque todos tengan dignidad como intelectuales, no valen lo mismo.
La crítica del musicólogo tratará de informar de las cualidades del espectáculo, o de la ausencia de ellas.
Tanto desde el punto musical como el escenográfico, se entiende, incluyendo una inmersión en el contexto de composición de la obra, se debe analizar el espectáculo. Pero claro, cuando se piensa que la música es un acto intuitivo sin necesidad de conocimiento racional; y la escenografía, un tipo de decoración de interiores sin más, obtenemos el poco respeto por estas manifestaciones del Arte.
Igual peco un poco de kantiana, pero opino que con una crítica periodística el lector debe aprender y no ser adoctrinado.
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