Elena Benarroch y doña Isabel la Católica
Si la señora directora de este periódico me permite, quisiera comentar brevemente la entrevista a Elena Benarroch publicada el pasado 6 de octubre en la sección «La Gran Galería».
Presume esta mujer de cultura, cosa que en un sentido amplio incluye la buena educación; pero debajo de esa bonita pátina que ella se atribuye, lo que yo veo es una persona con un vocabulario soez y que rezuma odio e intolerancia.
Dice la entrevistada que espera que los españoles nos enteremos de quién fue doña Isabel. Pues bien, yo ya me he enterado (en realidad ya lo sabía): una mujer valiente (máxime teniendo en cuenta que hablamos del siglo XV), que con sus errores y aciertos unificó nuestra patria y que no sólo no hizo daño a España, como Elena cree, sino que, gracias a que nos quitó la losa del Islam, situó a España en Occidente, en el primer mundo aunque les pese a algunos. Las españolas son libres de llevar velo o no según sus deseos, y los españoles no tenemos que mirar a la Meca si no queremos. Para mí es muy importante.
Respecto a la expulsión de los judíos, Elena nos pide que reflexionemos y nos preguntemos si no habría sido mejor que no se hubiese producido. Eso nunca lo sabremos, el tiempo no permite dar marcha atrás y tomar otro camino, pero yo también le pido a ella que reflexione y, usando sus propias palabras, se pregunte por qué a los judíos siempre... los han echado de todas partes». Reflexione, algún motivo habrá.
Elena, quítese la hipocresía de encima. No puede ser que hable con ese odio por algo sucedido hace quinientos años y, sin embargo, presuma de cultura francesa. ¿Qué Francia admira, la que colaboró con los nazis en el Holocausto judío, o la que hoy, con gobiernos de derechas o izquierdas, expulsa gitanos? ¿Le parece grave lo que les sucedió a los judíos en España hace quinientos años y no lo que sufrieron en su admirada Francia hace setenta?
No obstante todo lo anterior, quisiera felicitar a Elena por haber tenido recursos económicos para, en los años sesenta (apenas veinte años después de la creación en Francia de campos de concentración de judíos para su posterior traslado a Auschwitz), irse a disfrutar, sin complejos, de París o de las playas de Biarriz cada vez que se acercaba la Semana Santa. A gusto o a disgusto, la inmensa mayoría de los españoles nos teníamos que quedar.
De nuevo deja entrever su mala educación y falta de respeto cuando relaciona la celebración de la Semana Santa en la España de aquellos años con la falta de cultura. Eso sí, las tradiciones y celebraciones judías «...las respeta mucho» y le parecen estupendas. Es la visión usual de los intolerantes.
También quisiera felicitarla por, según ella, tener la solución para acabar con el conflicto árabe-israelí en diez minutos. Felicidades por su lucidez.
Así que, para la reina católica no tengo más que palabras de agradecimiento y admiración, por eso en el título de esta carta su nombre lleva el doña delante.
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