De los maestros babianos a la LOMCE
Desde tiempo inmemorial y coincidiendo con la celebración de la festividad de Todos los Santos, se celebra en Gera (Tineo) la tradicional feria ganadera. Hoy en día la presencia de animales es testimonial, sirviendo sólo para recordar sus momentos de esplendor, que llegaron hasta bien entrado el último cuarto del siglo XX.
Como es sabido, la celebración de las ferias en el mes de noviembre obedece a leyes naturales, ya que las hembras podían ya dar el preñao de cara a un incipiente nacimiento en primavera y los animales de engorde aún les quedaba tiempo para un cebo intensivo de cara al sacrificio por San Martín.
Sin embargo, la Feria de Gera, tiene su lugar en la Historia de la Educación, ya que era el momento de la contratación de los maestros de temporada. Eran los llamados lazariegos (en Tineo), catapotes (en Villablino) o simplemente babianos (aludiendo a su lugar de procedencia).
Por aquel entonces, la enseñanza se daba en las casas de la aldea, por turno o eligiendo la más adecuada, en el atrio de la iglesia, en un pajar, en una cuadra o similar, utilizando cualquier libro para la lectura y en asientos aportados por los propios alumnos. Estas escuelas, tristemente recordadas por la ferocidad de sus maestros, constituían una buena muestra de la lucha contra la ignorancia por parte de los sectores más aislados y abandonados por la sociedad.
Los sistemas de contratación eran primarios, pues los llamados maestros (todos ellos sin título, evidentemente) eran examinados por una Comisión del pueblo, previo examen oral y público del maestro en la propia feria. Era imprescindible que supiese leer de corrido, las cuatro reglas, diversos problemas de cálculo y aritmética, redacción de documentos y, muy especialmente, el dominio de algún instrumento, preferentemente el acordeón, con el fin de amenizar las romerías y bailes organizados en la comarca. Una vez aceptado, el sustento y el sueldo corrían a cargo de los vecinos que ya tenían «maestru para sus fíus».
Esta situación que hoy nos parece tan alejada de la realidad, quizá no lo sea tanto ya que como siempre dice la gente de pueblo: toda pasa y todo vuelve. Por eso, hoy en día no existe colegio público o concertado en el que los padres no deban aportar una cantidad económica, para material, sustento, comedor, transporte o extraescolares varias de sus hijos. Pese a que el artículo 27 de la Constitución proclama una educación pública y gratuita. Por cierto, artículo éste que no menciona por ningún lugar la palabra calidad, que da nombre a la ley Wert que amenaza con dejarnos a todos en Babia.
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