El rapto de Europa (otra vez)
Europa, hermosa hija de los reyes de Sidón, en Fenicia, logró con su belleza seducir al dios Zeus, el cual, para conseguirla, tomó la imagen, se disfrazó de lustroso toro blanco, y ella, al contemplarlo, se sintió tan atraída que no resistió la tentación de montar sobre su lomo. El toro, Zeus, sintiendo sobre sí a la princesa, se lanzó al mar, raptando de esta manera a la hermosa Europa.
Europa, a través de un largo recorrido en la Historia, la identificamos, en este nuestro tiempo, no como un mito sino como una entidad territorial, cultural y social, cuya existencia precede a las actuales naciones europeas.
Pero Europa, para hacerse tal, exigió, durante siglos, ríos de sangre que los europeos vertieron sobre sus campos en su empecinado empeño de unidad europea.
Será el drama vivido por el pueblo europeo durante la primera mitad del siglo XX, con el desastre de la guerra europea o I Guerra Mundial y de la II Guerra Mundial, colofón del sangriento siglo XIX, lo que llevará a la búsqueda de soluciones, con nuevas estrategias que consoliden una paz firme y duradera para el futuro de Europa.
La paz es la premisa que ha de cumplirse para alcanzar el progreso de los hombres, de la Humanidad, y el reconocimiento y garantía de sus derechos y libertades. Y es la búsqueda de la consecución de la paz europea lo que tiene por objeto la histórica «Declaración Schuman», de 9 de mayo de 1950, ya olvidada por la clase política que pretende actuar en el Parlamento europeo y en el resto de las instituciones de la hoy Unión Europea, y que en cambio dicho objeto transformó en un foro de mercaderes, en un plan de empleo con suculentas ganancias a costa del sacrificio de los ciudadanos, para políticos licenciados de sus respectivos partidos.
La vergonzosa campaña electoral al Parlamento europeo vivida este mismo año ha tenido como respuesta la demostración del hartazgo de los electores, los cuales no están dispuestos a desempeñar el papel de meros autómatas en el ejercicio del voto, exigiendo a los políticos que han de defender y desarrollar la deficitaria democracia europea una actuación propia de su función política como representantes de una sociedad europea que aspira a que sus ciudadanos lo sean de la nación europea, no comparsas de los dirigentes de sus partidos nacionales respectivos.
Se ha revelado la urgencia de verdaderos hombres de Estado que impulsen la idea de una unión europea «indispensable para el mantenimiento de la paz», propuesta por el entonces ministro de Asuntos Exteriores francés Robert Schuman, con la colaboración de su asesor Jean Monnet, que resuelvan las instituciones europeas conforme a los principios democráticos que, reconocidos por los estados miembros de la misma, no se ven reflejados en el proceso de construcción e integración de Europa y la liberen de su secular «rapto».
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