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Numerales cardinales y ordinales

29 de Octubre del 2013 - Paco Domínguez (Avilés)

Dos años y un día después, Varela pasaba por ahí y topa con un archivador en cuya carátula reza: inauguración cúpula, abrir solo en caso de emergencia. Qué mejor ocasión, pensó ella, que ésta en que las aguas del Niemeyer bajan tan revueltas. Y ni breve ni haragana pone manos a la obra investigadora. Cuenta una, dos, tres, etcétera, hasta perder el sentido cardinal de las innumerables facturas sometidas al maquillaje contable.

Pasado el efecto conmoción recupera el sitio y recurre al airbag de la estrategia colaboradora. Los pasos ordinales muy bien podrían estar próximos a la siguiente secuencia: primero, poner cara de sorpresa desagradable; segundo, reunir en petit comité a los devotos más fervientes de todos los fieles, por ejemplo Luis Ramón, Teófilo y un colaborador necesario con intereses recíprocos de defensa; tercero y haciendo caso al consejo de eruditos, entregarse en cuerpo y espíritu, junto a la facturación manipulada, al recto proceder de la fiscalía.

Qué maja doña Pilar y cuánta ternura evocan sus palabras exculpatorias. Pero qué iba a saber ella de facturas falsas ni de los enjuagues de Grueso por muy amigos que hayan sido. La confianza mata al hombre y embaraza a la mujer. El dicho popular, un algo machista, le viene que ni pintado, porque, ¿habrá acto más embarazoso que aquel en el que el reo es sometido a juicio público sin haber cometido delito, y hecho de mayor entrega que exponer el sentido del tacto al fuego de la confianza? Qué injusta es la vida con aquellas personas que lo dan todo por sus ideales de servicio al prójimo y la amistad.

Es cierto que asistió a las cuchipandas del faro, sin perderse ni una, pero lo hizo en representación y salvaguarda de los intereses locales, no porque a ella le gusten semejantes saraos. Algunos que entonces compartían mesa y mantel con la regidora callan cobardes como si en el silencio estuviera la clave del olvido.

También es verdad que concurren en la figura de doña Pilar la doble condición de alcaldesa de la villa de Avilés y vicepresidenta de la Fundación Óscar Niemeyer, pero tal circunstancia no la obliga a poseer el don de la ubicuidad: cuando los accidentes administrativos sucedían en un sitio ella se encontraba en el otro y viceversa. Y en último término, para qué están los validos. Ellos son los verdaderos culpables por no advertir a tiempo la hemorragia interna del enfermo.

Que a la enfermedad la quieren llamar Natalio Grueso, pues llámenla; que la quieren bautizar José Luis Rebollo, están en su derecho; que el huésped que aloja en su seno al parásito Grueso se apellida Álvarez Areces, pues no seré yo quien lo niegue. Ahora bien, no caigan en lo fácil que es cargarle el muerto a doña Pilar por el simple hecho de ser ella la firmante. No señor, por eso no paso.

Que Dios, el señor juez y el ángel custodio de las listas electorales guarden a nuestra alcaldesa de la jubilación política anticipada. Fernández ya le echó un cable invalidando la reforma electoral.

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