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El sentido de la Unión

27 de Junio del 2009 - Artemi Suárez Herrera (La Felguera (Langreo))

El pasado 7 de junio los españoles acudimos una vez más en libertad a las urnas para elegir a los que van a ser durante los próximos cinco años nuestros representantes en la mayor Cámara legislativa supranacional existente: el Parlamento europeo. El mundo entero estuvo pendiente por unos días de una elección tan importante, tal y como lo fue en noviembre de 2008 las presidenciales de los Estados Unidos con el ya famoso triunfo de Barack Obama.

Los europeos, sin embargo, no hemos elegido a una sola persona que rija los destinos de la Unión. Lo que hace particularmente especial esta elección es que se elige una Asamblea legislativa que trasciende las fronteras de 27 países, que marca la política común de una unión confederal de estados, en las que cada Estado mantiene su soberanía nacional, aunque cede parte de sus intereses propios por lograr un interés común de un continente que ha sido la cuna de grandes civilizaciones, como la helenística y la romana; cuna de grandes imperios como el Imperio español y el Imperio británico; cuna del Humanismo occidental y de la ideología política.

Más de 350 millones de ciudadanos europeos con diferentes lenguas, con diferentes culturas, con diferentes costumbres y con diferentes ideas políticas, hemos podido acudir en democracia y libertad a ejercer nuestro derecho al voto, y aunque la participación ha sido muy baja, el 40% de los europeos que tenemos derecho al voto lo hemos ejercido con responsabilidad y con sentido común, y hemos dotado a los casi 500 millones de ciudadanos de la Unión Europea de 736 legisladores que, desde la hermosa ciudad francesa y, cómo no, ciudad europea de Estrasburgo, velarán por facilitar la vida de españoles, franceses, italianos, ingleses, alemanes, portugueses, belgas, holandeses, austriacos, irlandeses, luxemburgueses, checos, eslovacos, polacos, estonios, letonios, lituanos, suecos, daneses, finlandeses, eslovenos, chipriotas, malteses, rumanos, búlgaros, griegos y húngaros (creo que no me dejo ninguno); en definitiva, facilitar la vida de todos los europeos.

En la historia de nuestro viejo continente hubo algunos hombres que individualmente intentaron unificar Europa, pero cometieron el error de querer hacerlo bajo su gobierno, y no bajo el gobierno de todos, como fueron Julio César, Napoleón Bonaparte y Adolf Hitler. Algunos fallaron más y otros fallaron menos, pero todos sin excepción fallaron estrepitosamente porque obviaron el requisito básico para unificar a los pueblos de Europa: su derecho a gobernarse, su pequeña independencia individual dentro de la Unión colectiva. Hace medio siglo, sin embargo, un grupo de países crearon la CECA (Comunidad Europea del Carbón y del Acero) con una intención económica, pero que sentó la base de lo que posteriormente fue la CEE (Comunidad Económica Europea) y que más tarde, con el Tratado de Maastricht, trascendió lo económico para formar la que hoy es Unión Europea, una Unión libre de estados democráticos en la que prima la solidaridad y la libertad. No en vano la divisa de la Unión, nuestro lema es: «Unidos en la diversidad».

Europa, cuyo nombre viene de la mitología griega, está siguiendo su propio camino, tal y como los Estados Unidos de América iniciaron el suyo hace 233 años. La única diferencia radica en que los Estados Unidos son una unión federal de estados independientes que delegan en su Gobierno federal ciertas competencias, mientras que la Unión Europea es una unión confederal de estados independientes que renuncian a ciertos privilegios para lograr el avance común, para lograr el equilibrio entre todos ellos. No somos ni mejores ni peores que los americanos en ese sentido, simplemente somos diferentes.

Hace casi 100 años y más recientemente hace 70 años, vivimos dos guerras mundiales por el afán de unos de dominar e imponer su cultura a otros. Ahora que en los albores del siglo XXI empezamos a hablar de globalización, de hermanamiento, de unión y de solidaridad internacional, estamos yendo desde la Unión Europea por el buen camino, con nuestros errores, que los tenemos, pues errar es humano, pero con la voluntad de avanzar hacia un futuro en que no seamos depredadores del mundo y de nosotros mismos, sino que seamos la especie capaz de vivir en paz y armonía con nuestros semejantes y con nuestro planeta, que es el único que tenemos y que debemos cuidar para nuestras generaciones futuras.

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