Vendedores ambulantes de setas
Quisiera alertar, con estas líneas, del peligro que suponen para la salud pública los vendedores ambulantes de setas, que, debido a la crisis económica que sufrimos, se han multiplicado en los últimos tiempos, siendo su único interés las ganancias económicas y careciendo de los más elementales conocimientos de micología o de las especies que recolectan. Estoy especialmente alarmado por un caso muy reciente, ocurrido en Vegadeo. Concretamente, en el mesón sidrería La Barrica se personó una señora con una caja que contenía diferentes variedades de setas, con el propósito de venderlas. El propietario del establecimiento reparó que entre las especies contenidas en la caja destacaban, por su sombrero de color rojo intenso, moteado de restos blancos del velo original, numerosos ejemplares de «Amanita muscaria», seta tóxica e incluso mortal, como todos debieran saber. Por supuesto, declinó la compra de ejemplar alguno de la mercancía que llevaba la señora. A saber cuáles serían las otras especies... Al hilo de esta cuestión, me pregunto qué es lo que tiene que ocurrir para que las autoridades competentes tomen cartas en el asunto. Cualquier día puede haber un envenenamiento o alguna muerte. No opinaré hoy sobre las cuestiones económicas que se derivan de esta actividad ilegal, claro ejemplo de economía sumergida, pero sí quisiera llamar la atención sobre las medidas que a mi entender debieran impulsarse para la erradicación de esta peligrosa actividad. Supongo que la ley recogerá su prohibición, pero lo cierto es que nadie se preocupa de que se cumpla. Opino que las setas debieran, obligatoriamente, venderse en los mercados o tiendas en donde, al igual que los demás productos alimenticios, pudieran ser controlados por los veterinarios. Pido, por tanto, a las autoridades competentes que tomen las iniciativas necesarias para evitar una desgracia, que de otro modo ocurrirá más temprano que tarde.
Juan José Mon Pérez
Los Caleros, Castropol
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