Evoluciones sin don Fernando
Imaginemos que estoy, hace unos años, en un establecimiento de hostelería. Después de haber sido servido, dejo al camarero o camarera una propina. Ni rácana ni generosa: adecuada. La reacción de quien me sirvió seguramente habría sido decir un «gracias, señor», en tono serio y franco.
Si trasladáramos a los días actuales esa situación anterior, la respuesta de quien nos sirvió pudiera haber sido (no sé si por una corriente de modernidad lingüística o de comportamiento hostelero), probablemente, un «gracias» de cierta entonación monótona y cantarina.
Me resulta sorprendente lo que los cambios de los tiempos causan en algunas actividades de la vida. En el caso que nos ocupa: el lenguaje.
Si hoy le digo a un amigo «¿Vas al cine?», quizá me conteste: «Para nada». Así, sin más. Y con esa respuesta a mí me obligará a puntualizarle: «Para nada, no. Para ver la película».
Colonizados como estamos, por la contaminación de las traducciones de expresiones inglesas en el cine, en la televisión, «for nothing», que quiere decir exactamente eso: «para nada», puede tener mucho sentido en lo anglófono parlante, pero gramaticalmente ninguno en absoluto en nuestro español.
Ante asuntos como éstos y otros, uno echa de menos el genio ilustre y académico de don Fernando Lázaro Carreter. Un hombre puntilloso y recto observador de los desvíos, de cualquier desquiciada deriva del correcto uso de nuestro idioma.
Le deseo, todos, imagino, le deseamos una feliz eternidad de momentos dichosos: de conversaciones y dialécticas apasionantes en su cielo de filólogos.
Por donde seguramente andará atareado poniendo palabras, puntos, comas y tildes en su lugar preciso; que él tan bien conocía.
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