Cuando no hay razón
A Javier Morán y su artículo de opinión Tragedias por venir: Ud. comienza su artículo diciendo: no es agradable escribir sobre lo que sigue, y yo me pregunto, para qué lo escribe. Porque leerlo no es sólo desagradable, sino decepcionante y doloroso. Es más, suena a ataque político, por utilizar esta concesión como arma arrojadiza contra el Ayuntamiento de Gijón. Una bajeza moral. Ojalá todos los ayuntamientos tomaran decisiones como la tomada esta semana por el Ayuntamiento, atendiendo a una solicitud vecinal de uno de sus barrios, por haber vivido una tragedia espeluznante, como es la pérdida de un niño de 4 años, cuando estaba cruzando un paso de peatones debidamente de camino a su casa. Escuchar a los vecinos es huir de la dictadura, señor.
¿Quiere saber cuál es el dolor de esa familia? ¿Puede acaso imaginar una pérdida de estas dimensiones? Yo creo que no. Es morirse en vida. Y si por un momento pudiera hacerse una idea de lo que significa, no estaríamos hablando de esto. Porque dígame, ¿Qué daño hace empatizar con una familia y unos vecinos marcados irreparablemente de por vida? ¿Qué razón hay para negarse a hacerlo? ¿Acaso alguna vez se ha parado a echar un vistazo a los nombres de las vías de los callejeros municipales? ¿Por qué no critica a los ayuntamientos por poner nombres sin sentido a ciertas calles? ¿Por qué no dedicar esas calles a personas queridas en la ciudad que todos hubiésemos preferido que siguieran aquí? ¿Conoce Ud. siquiera el modestísimo lugar elegido para este homenaje, frente a su colegio, único edificio afectado por la nueva denominación? Eche un vistazo al callejero y entonces pregúntese el por qué de ciertos nombres. A mí me vienen a la cabeza algunos, como la calle Socorro, la calle Pureza, el Camino del Melón, calle Progreso, calle Alegría y otros cientos de nombres de semejante trascendencia.
Poner el nombre de Mel a un pequeño paseo frente a su colegio en el barrio de Tremañes (no cambiar el nombre de la calle Corrida), no se lo va a devolver a su familia. Nunca más le van a abrazar, nunca más lo van a tener. Pero este detalle de humanidad de sus vecinos, de su ayuntamiento, de quienes les apoyan día tras día, seguro que les dio una pequeña luz en este infierno. Y dígame, ¿qué daño hace eso? Y si sienta precedente, señor, pues tanto mejor.
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