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Una vez más se repite la tragedia minera

10 de Noviembre del 2013 - Nicanor Rozada García (La Paré, Santa Bárbara)

Esta triste noticia corría de boca en boca y este periódico daba amplia información a sus lectores, y también otros medios de comunicación, entre ellos el espacio televisivo «Espejo público», donde escuché algunas intervenciones poco o nada afortunadas sobre dicho accidente. No puede ser posible que alguien con sentido común pueda decir que a estas alturas de los años puedan ocurrir accidente de este peso dentro de una explotación minera, estas afirmaciones son pura demagogia, lo explicaré: fui un profesional minero a lo largo de más de cuarenta años en el fondo de los pozos y minas de montaña, todos ellos dedicados al arranque y desuelle del carbón, donde el contacto con el grisú y otros muchos sinsabores del minero eran el vivir de cada día. Por tal circunstancia me indigna hoy cuando escucho, como es este caso, decir que estos accidentes se pueden evitar. Es cierto que la técnica de arranque en el fondo de los pozos mineros dio un alto cualitativo hacia delante para el arranque y desuelle del carbón, pero esto no quiere decir que el peligro de un derrabe de carbón producido por una fuerte concentración de grisú, como parece ser que fue el origen de este accidente, se pueda evitar, esto jamás lo podrá evitar nadie en el arranque y desuelle del carbón, porque el grisú está inyectado en la misma vena del carbón, se fue acumulando a través del tiempo dentro de la misma vena y cuando el picador va avanzando en el frente de arranque va debilitando la vena que está reteniendo los mortíferos gases con una gran fuerza que arrastra todo lo que encuentra; es lo mismo que un pantano de agua, si los muros fallan, ¿quién para las consecuencias? Exactamente igual ocurre con el grisú. Hace ya muchos años escribí que el minero debe de pasar, para incorporarse a su trabajo, un reconocimiento médico porque las facultades deben de estar en alerta y principalmente en lo que respecta a vista, olfato y tacto, pero aunque todo esto sea correcto, jamás el minero estará seguro de no sufrir un accidente producido por el grisú.

Son muchos los profesionales que tienen grandes riesgos en sus tareas, pero que nadie dude que el profesional minero supera a todos los demás, no sólo en el de accidente sino en su riesgo de enfermedad, porque la sílice en sus pulmones y los ácidos de todo tipo van minando la resistencia del profesional minero.

Quiero terminar afirmando, en contra de una opinión muy generalizada de que el grisú es inoloro, insaboro e incoloro, lo mismo que se dice del agua, que un profesional minero es capaz de detectar grisú a ciertos metros de distancia porque su olor se asemeja al azufre, el grisú silencioso y mortal advierte al profesional minero que está allí y que tome las debidas precauciones, pero no sucede lo mismo cuando el grisú se encuentra inyectado en la vena donde el picador de arranque está debilitando el frente de arranque y esta infiltración de grisú termina reventando la vena y en segundos arrasa con todo, y cuando esto sucede, como parece ser ocurrió en este accidente, nada lo puede evitar, por mucha seguridad que haya, porque el golpe es tan rápido que el minero no tiene tiempo para reaccionar. Otra cosa es cuando el minero encuentra el grisú que está invadiendo el tajo, ése es el momento en que el profesional lo detecta por el olor y lo combate con ventilación, pero jamás podrá combatir de igual forma lo que está inyectado en la vena porque eso no se puede oler ni detectar, al menos hoy.

Mis profundos respetos y afectos para todos vosotros, compañeros del alma...

Nicanor Rozada, La Paré-Santa Bárbara

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