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Nueva tragedia bajo tierra

6 de Noviembre del 2013 - José Antonio Gutiérrez González (Piedras Blancas)

Por desgracia, los asturianos sobradamente sabemos de desgracias mineras. Y, nuevamente, una de ellas ha vuelto a tocar a hombres de nuestra comunidad, aunque haya sido fuera de Asturias.

Lunes, 28 de octubre de 2013. Fue alrededor de las 14 horas. En la mina, los escapes de grisú, como casi siempre, se presentan sin avisar, y en esta ocasión, como por desgracia no fue de distinta manera, también llegó sin previo aviso a la comarca de Gordón, en León, y se llevó por delante la vida de seis mineros, intoxicados por una fuga de gas metano, en el Pozo «Emilio del Valle». Todos ellos eran castellano-leoneses, salvo uno natural de Asturias. Dejando al propio tiempo, otros cinco compañeros malparados de diferente gravedad, aunque por fortuna se han ido recuperando.

Hay que remontarse en el tiempo para encontrar en las hemerotecas un suceso minero con un balance tan desdichado. Asturias y León, tierras con simientes mineras las dos, siguen viviendo las horas más bajas de un sector tocado en su espina dorsal, como son la financiación económica y las ayudas públicas.

Quien conoce la mina, por poco que sea, sabe que es tan negra y cruel como boca de lobo hambriento. Personalmente, creo saber un poco de este tema, he recorrido algunos lugares de esa piel donde el carbón ha sido –y sigue siendo– para muchos mineros su medio de vida, entre tantas oscuridades. Por un lado, la minería tiene algo de epopeya, de heroísmo y de extrema hombría. Pero, de otro, también atesora silencio y muerte, o, cuando menos, una horrible enfermedad ocasionada por silicosis.

Los mineros, a poder ser, de todo ello no hacen comentarios. Pasan las fechas y no hablan, pero sí lo hacen llorando el día que ocurre una tragedia. Desgraciadamente, uno de esos funestos días ha sido el lunes 28-O. La minería, históricamente, sigue teniendo algo de bendita maldición, porque se transmite de padres a hijos, entre hermanos, con peculiar resignación por contar con la seguridad de un empleo. Y siempre con esa pesada carga del que sabe hacia dónde va, hacia dónde baja, porque hay que bajar como bajó el padre o como lo hizo anteriormente el abuelo, como se suele decir. Ese rito o ceremonia de la mina ha variado con el tiempo, aunque tampoco ha sido tanto.

Ese mencionado y fatídico lunes lo escuchábamos por la radio y, por televisión, veíamos las caras de los que acuden y se agolpan a la entrada de la mina. Las fotos nos trasladaban a otras del pasado, a esos mismos semblantes que no pueden entender por qué el horror una tarde decide aparecer allá abajo. Esas imágenes que luego dan premios de fotografía no son más que el retrato de la tristeza inmediata, de la derrota doméstica. Allí en la bocamina nos pareció ver a muchas mujeres jóvenes asomadas a una escasa esperanza. Esa bocamina por donde en tantas funestas ocasiones ha visto sacar muchas otras víctimas.

La minería ha protagonizado muchas veces escenas de solidaridad y lucha obrera. La mina es un lugar donde los ángeles de la guarda no se aventuran, solo unos recios hombres que al final de la jornada laboral desean volver a acariciar la frente de sus hijos pequeños al llegar a casa, quizá sin hablar. Pensando únicamente. Y al día siguiente bajar de nuevo, porque es obligado hacerlo para perder el miedo, aunque se tenga. Y mucho. Pero no se puede exteriorizar. Y es mucha dignidad y mucho respeto que hoy emergiendo de esas entrañas de la tierra. La dignidad del que trabaja con sus manos, porque es lo que tiene. Porque es de lo que dispone.

Por otra parte, el Acuerdo Marco de la Minería del Carbón, que ha sido sellado recientemente, y que estará vigente en España hasta 2018, va a suponer la escalonada desaparición de puestos de trabajo. Amén de que la subvención por tonelada de carbón se irá reduciendo en cada anualidad hasta el mencionado año de vigencia. Aunque de otro signo, es otra desgracia para los mineros.

En estos aciagos momentos que aún se están viviendo, queremos manifestar nuestra solidaridad a toda la familia minera de las víctimas y desear a todos los que aún se encuentran convalecientes una muy feliz y rápida recuperación.

Será, al menos, un extraordinario consuelo para todos.

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