No somos súbditos, somos ciudadanos y paisanos
Hay un poema del gran Antonio Gamoneda, titulado «Malos recuerdos», en él, el poeta centra el desarrollo del texto sobre una cita de Karl Marx «La vergüenza es un sentimiento revolucionario». Ese extraordinario poema debería convertirse en la letanía en la que los políticos que nos han administrado en las últimas décadas se reflejaran. Porque por encima de los casos de corrupción, de financiación ilegal de los partidos, de administración abocada a un despilfarro sin límites, por encima de todo y en su origen, estaba y está, la desvergüenza.
Los españoles y por extensión los asturianos hemos estado sometidos a un expolio feroz por parte algunos políticos, sindicalistas, administradores y representantes institucionales sin ningún tipo de pudor, ni escrúpulos. Y, hoy por hoy, España, y Asturias, se ha convertido en un erial, en una tierra quemada para nuestros jóvenes e hijos. Y mientras la mayoría de nosotros luchamos día a día por intentar mantener nuestra casa a flote, por pagar nuestras desorbitadas hipotecas, por ahorrar en lo innecesario y seguir hacia delante en un futuro descorazonador, otros, supongo, nunca leerán a Gamoneda, ni tendrán malos recuerdos.
Ante este panorama tenemos dos caminos: caer en la tristeza, en la lamentación y en la desesperanza y aceptar nuestra desgracia como sometidos súbditos, o por el contrario no rendirse, luchar pacíficamente con las escasas armas de las que aún disponemos, como pudieran ser las de la verdad y la fraternidad.
El pasado día 26 de octubre, en el teatro Goya de Madrid, Albert Rivera ha abierto las compuertas para canalizar toda esa fuerza de la razón, a través de la plataforma Movimiento Ciudadano. Dicen los comentaristas políticos que Rajoy, Rubalcaba y hasta Rosa Díez se han puesto muy nerviosos. Por supuesto, las cámaras no estaban allí, pero no importa, la noticia ya corre por las redes sociales a velocidad de vértigo. ¿Si no cómo explican el paripé el pasado fin de semana de UPyD en Asturias?
Hoy me gustaría decirles a todos ustedes, mis queridos vecinos, ciudadanos que son ustedes del mundo y paisanos, de esta nuestra amada Asturias, que la dignidad más que nunca hoy pudiera ser un sentimiento revolucionario, que debemos movernos, que aquí ya hay un grupo dispuesto a hacerlo, y que juntos, entre todos, aún podemos ser dueños de nuestro propio destino.
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