Atropellado por la grúa de Siero
El jueves día 31 por la noche dejo aparcado mi vehículo comercial en la calle Antonio Machado de Lugones, al igual que otros muchos que había en esa calle. A las 9.20 de la mañana del día siguiente, viernes, voy a recogerlo con el fin de hacer un trabajo y me encuentro con que todos los coches allí aparcados, incluido el mío, habían desaparecido, y solo se ve a varias personas montando puestos de venta ambulante. Hay un guardia municipal al cual me dirijo para preguntarle, y me indica que cómo no he visto las señales, que cómo no me enteré de que se ha trasladado allí el mercadillo semanal (he comprobado que no estaban tan visibles, y menos por la noche, y ni mucho menos había cinta puesta, y tan claro no estaría, pues al menos seis vehículos fueron retirados), que hace un momento han tenido que retirar los coches con la grúa subcontratada de Lugones para dejar el espacio libre. ¿Libre?, yo no diría que se pudiera considerar así, más bien veo una calle pública ocupada por negocios privados bajo concesión municipal. El guardia me deja estupefacto cuando me dice que se lo han llevado al depósito de ¡Pola de Siero! Y que tendré que ir a recogerlo a las dependencias de la Policía, porque, por lo visto, Lugones es tan pequeño que no hay espacio para depositarlos. Lugones, que parece una la metrópoli de ultramar de la Pola, donde no hay ningún transporte municipal; ya se imaginarán la broma, tuve que buscar transporte que me llevase a la capital. Ya en las dependencias de la Policía, el guardia que atiende dice que tendré que pagar 68 euros de arrastre de grúa (además de una multa de regalo), que normalmente esas cosas se pagan en el Ayuntamiento, pero que como es festivo me cobrará allí, por lo que deberé abonarle el importe exacto de la grúa, pues no tiene cambio ni medios para cobrar, y que él está allí circunstancialmente. Como no dispongo del importe exacto, me sugiere que vaya a un bar a cambiar (?). Cuando ya le digo que me voy a quedar allí hasta que alguien me atienda como es debido, reconoció que tenía un datáfono disponible, pero no lo sabía utilizar, así que tuvo que llamar a otro guardia para hacer el cobro.
No se puede admitir que una Administración trate así a un ciudadano, concretamente en mi caso, que tengo un negocio, y donde el disponer de cambio y medios para cobrar son herramientas de trabajo inexcusables para la atención a un cliente, ¿por qué el Ayuntamiento no puede hacer lo mismo? Llegas a una ventanilla y... ¿qué te encuentras detrás? La incompetencia más pavorosa, tú formándote todos los días para tu trabajo y luego tienes que rendir cuentas a alguien que no sabe hacer a o con un canuto. En este caso, desgraciadamente, queda en evidencia cómo hoy ser cliente tiene más categoría que ser ciudadano.
Pero no acaba ahí la cosa, más sorpresa me llevo cuando me dicen que mi vehículo no está allí, sino a dos kilómetros, en la zona del mercado de ganados. Tiene que ir un guardia a abrir, y tienes que tener transporte (otra vez), porque, según él, no tiene obligación de llevarte. El espacio habilitado como depósito es una zona al aire libre, cerrado con una valla de obra y una puerta con un candado; por supuesto, sin vigilancia. Total: ciento y pico euros perdidos, dos horas de tiempo, mi trabajo sin hacer y, lo peor, la constatación -una vez más– de estar gobernado por un hatajo de inútiles que, incapaces de solucionar un solo problema, se dedican a creárnoslo a los demás, arreglan sus crisis comiendo carne de ciudadano, que, por cierto, cada día es más barata.
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