Pobre Asturias

23 de Noviembre del 2013 - Martín Montes Peón (Oviedo)

Si hoy se celebrasen elecciones en Asturias, el resultado que se obtuviera no se parecería en absoluto al actual mapa político. Si algo está dejando clara la actual legislatura, al margen de la perenne crisis, es el lugar que cada formación política se ha procurado a sí misma.

Tras el fiasco que supuso el desembarco de Foro en la política asturiana, cuyo fin último parece que no ha pasado del afán personalista de su líder por cobrarse viejas deudas, no es difícil atisbar que debido a la profunda decepción que provocó entre sus propios votantes pueda llegar incluso a desaparecer de la escena política. Si ponemos la vista en los populares, tal vez sea mejor cambiarla para otro lado apresuradamente, si no queremos que nos cuenten una nueva sarta de mentiras, falsedades y deslealtades diversas. Nadie como ellos han mentido tanto en tan poco tiempo, ni han traicionado la confianza de los electores al hacer exactamente lo contrario de lo que prometieron. En caso de Izquierda Unida, con su máximo representante regional imputado, no parece que sean los más indicados para dar lecciones de ética y moralidad a nadie. Y si nos detenemos en el único representante de la formación «magenta», partido personalista y personalizado por su fundadora, que acostumbra a ir con los de la feria y volver con los del mercado, nos encontramos con un solo diputado que se cree el ombligo de Asturias, aunque para ello necesite de seis o siete asesores pagados por la Junta del Principado, es decir, por todos.

Naturalmente, no me propongo elevar a los altares al partido mayoritario en Asturias, los socialistas. Dentro de sus filas resulta evidente que continúa habiendo una densidad insoportable de paquidermos políticos que llevan décadas con el asiento del escaño pegado a sus posaderas, pero es justo reconocer que desde hace muchos años no teníamos un presidente como Javier Fernández. Es posible que no sea el paradigma típico de un líder carismático, pero ha dejado demostrado que es una persona seria, prudente y ecuánime. Lejos de meter el menor ruido mediático, pasa por ser una persona respetuosa y respetable, y esas cualidades elevan sin duda ninguna el reconocimiento de nuestra Asturias. Por otro lado, la gestión económica, que parece que es la única que cuenta en estos agónicos momentos, sin ser la mejor, está muy por encima de la de la gran mayoría de comunidades autónomas españolas. Y a partir de ahí, es seguro que se le pueden y se le deben pedir mayores compromisos y resultados, pero ya es de agradecer poder tener un presidente del Principado que no se pase el día despotricando en los medios de comunicación.

Claro está que por sí mismo esto no resuelve gran cosa. La nueva, y enésima, crisis que se nos ha venido encima en nada favorece el precario equilibrio de gobernabilidad, justo cuando se deberían estar perfilando los Presupuestos del año próximo. El grado de responsabilidad que adquieren ante la ciudadanía Izquierda Unida y UPyD a buen seguro han de pasarles la correspondiente factura cuando dentro de poco más de año y medio haya nuevas elecciones. Provocar la prórroga presupuestaria tan sólo por autocomplacerse con ciertas prerrogativas de carácter electoral representa la mayor desfachatez de la que pueden hacer uso, aun cuando traten de esgrimir la supuesta representatividad con la que cuentan. En una palabra, les interesan mucho antes sus posibles e hipotéticos réditos electorales futuros que la perentoria necesidad que tiene Asturias de contar con sus Presupuestos. Permítanme decirles a los representantes de estos dos partidos políticos que cada vez que traten de llenarse la boca con la palabra Asturias se abstengan de hacerlo invocando promesas y esgrimiendo argumentos pueriles, porque vamos a ser bastantes más asturianos de los que puedan imaginar los que les exijamos cuentas en su momento.

Sé que pedirles a los políticos algo tan elemental como altura de miras es lo mismo que predicar en el desierto, pero tengo para mí que están cometiendo el mayor de sus errores en estos convulsos tiempos que vivimos. La crisis, que ha sido instrumentalizada, cuando no aprovechada, para mandar a hacer puñetas buena parte de lo conseguido por varias generaciones, si para algo está sirviendo es para que la ciudadanía exprese uno de los índices de rechazo más rotundos hacia la mal llamada clase política. Quienes deseen equivocarse, allá ellos, pero todo hace indicar que se van a producir importantes sorpresas a la hora de confiar el voto de ahora en adelante.

Y en medio de todo este panorama, Asturias vuelve a pagar los platos rotos de la necedad y las ambiciones políticas y personales de un puñado de insensatos. De los mismos a los que más tarde se les llenará la boca diciendo que «trabajan» por Asturias. O de los mismos a los que no han de temblarles el pulso para continuar blindándose sus sueldos, kilometrajes y demás zarandajas, a costa del erario público y con la convicción de que los asturianos debemos ser medio imbéciles. Pobre Asturias.

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