Suyo afectísimo

26 de Noviembre del 2013 - Carlos Muñiz Cueto (Gijón)

Leo con admiración, y a veces con sorpresa, todo artículo sobre el feminismo racional y constructivo que cae en mis manos. Viendo por ellos y a través de ellos la tarea ingente que aún se tiene por delante. Confieso mi absoluta debilidad ante mi ignorancia y admiro la forma razonada y razonable que usan al exponer su discurso; una forma no exenta de guiños a la ironía ante lo que les ha tocado vivir. Ahora sería muy fácil para mí decir que comparto plenamente su punto de vista (y puede que lo comparta más de lo que se crea), pero sería, con toda seguridad, motivo de equívoco. Pues tras escuchar dicho discurso (y autoanalizarme), debo considerarme (por lo suave) un machista educacional: educado en una sociedad machista, más clasista que racista, que tiene a orgullo, de raza y cultura, el ser como es y bromear incluso diciendo que cualquiera de «los otros» únicamente es objeto de conquista. Obviamente, al feminismo radical lo veo destructivo: pretende destruirme (y no sólo mi ignorancia y ceguera), pues ya he agotado toda su paciencia.

Es un mito la igualdad. Pretender tener como base el que todos somos iguales es un error. La base de todo es precisamente la desigualdad: todos somos absolutamente desiguales. Incluso, en algún momento, llegamos a ser desiguales a nosotros mismos. Sólo aceptando esa desigualdad del otro podemos exigir la libertad de existir y ser como nosotros queramos e intentar realizar la esforzada tarea de ser útiles a los demás. Ése es nuestro derecho fundamental. De esta forma, hemos llegado hasta el tema de la libertad. Con la libertad el equívoco no es menor que con la igualdad, pues siempre queremos poseer la libertad y la libertad no se posee: se entrega a los otros. Llegamos así, por fin, a la gran cuestión: la posesión. No, no se puede poseer la libertad porque nunca será tuya: sólo existe en cuanto se la das a los otros. La libertad surge y nace cuando la das, no cuando la pretendes poseer. Pero... ¿qué diablos pretendemos poseer y retener? Bueno, parece ser que «todo», con la ilusión de tenerlo, o seguir teniéndolo, en un futuro que nunca llega, ni es eterno. Dado que no damos fácilmente la libertad a los demás, necesitamos poseer el derecho de usar y retener ciertas cosas: mi casa, mi ordenador, mi coche... Y he aquí cuando surge el verdadero machismo, feminismo, género o lo que se quiera llamar; con el posesivo «mi» mujer, «mi» amiga... Aplicamos ese posesivo a las personas, y con él va la obligación, no la libertad. Si transformamos la primera ley de la robótica y la aplicamos a las personas, «una persona no puede hacer daño a otra persona o, por inacción, permitir que una persona sufra daño», vemos cuán arduo es aún el camino que nos queda para alcanzar la meta de la libertad.

Se enfocó aquel «todos y todas», pero hubiera sido mejor que se enfocaran los posesivos y que en lugar de usar el «mi, mío», se usara más el «su, suyo». «Soy su marido» y no «es mi mujer». Y hacerlo de forma universal. A propósito: ya que no acaba de instituirse la renta básica universal, por qué no se instaura un salario estatal al «trabajo en el hogar»; en función del número de miembros del mismo (incluyendo cotización a la SS), hágalo quien lo haga, páguese a quien se pague, acabe en donde acabe (pagando a la asistenta) y sea cual sea el número y cualidad de los miembros del domicilio fiscal u hogar. ¡Hala!, a aumentar las cotizaciones a la SS, facilitar la conciliación laboral y familiar, y dinamizar toda actividad en pro de la eficacia: a cada cual según sea oportuno.

Siempre atento al discurso del feminismo racional y constructivo. Suyo afectísimo.

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