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La magia otoñal en los viñedos de La Rioja

1 de Enero del 2014 - Carlos Cuesta

Visitar La Rioja en estos días otoñales es un placer para los sentidos. Los viñedos perfectamente alineados en el llano y en las colinas sujetas, en muchos casos, a los meandros del Ebro con el aire tranquilo y límpido, y una temperatura idónea para estas fechas, representan una postal atrayente, poderosa, y plástica. Y si olvidamos esa postal para la memoria infinita y nos dejamos llevar hasta esos excelsos predios de vegetación multicolor y cantos rodados, la cuestión cambia notablemente, y dentro del viñedo la magia visual se convierte en apreciación directa de lo que significa un territorio singular y preparado para esa producción vinícola, alma y materia prima de estos pagos riojanos.

En estos días la vendimia finalizó, y sólo quedan en las otoñales y coloristas vides con sus sarmientos de base algunas piñas de uva tempranillo o mazuelo. Los paisanos del lugar aprovechan esa fruta madura para su placer personal o para preparar sus vinos domésticos junto con esa madera sarmentera sobrante como acicate para encender parrillas y darle con estilo a las chuletas de cordero. Aquí, por estos lugares, todo se aprovecha y la labor campera es obra de siglos. Los productores vinícolas bien lo saben, y en sus extensas fincas dejan su impronta de sabiduría y años en la formación y preparado de vides para la nueva temporada. Caso de Viña Lanciano, en la Rioja Alta, donde las diversas variedades de uva conviven perfectamente en parcelas para ofrecer en bodega auténticos deleites al paladar. Tempranillo, garnacha, graciano y mazuelo son la base de unos caldos con nombradía, alta gama y cargados de carácter. Y el otoño fija su estampa en este rincón de La Rioja con el Ebro acariciando los relieves suaves de las viejas colinas, el cielo azul con sus nubes tímidas de apoyo y el aire norteño soplando con tibieza una mañana dulce y didáctica. La vendimia ya está olvidada. Ahora las uvas recientes, con sus racimos portentosos y directos, están agarradas a la bodega para esa danza total y biológica de la producción. De los tanques especiales a las barricas, de roble americano y francés, un tiempo adecuado según sea crianza, reserva o gran reserva. Y después el afinado en botella… Un recorrido armónico, químico, maloláctico, sensorial, artesano y dotado de sensibilidad y sabiduría.

Y en el vino está la esencia de La Rioja, una economía boyante y mercantil que marca el existir y la buena marcha de estos entornos alejados de las subvenciones estatales y embebidos en la empresa pura y dura. La imaginación, las orientaciones familiares, el esfuerzo y dedicación, junto con el amor a la tierra y a las tradiciones, han llevado a los agricultores riojanos a trabajar a fondo las viejas vides de sus antepasados, pues estos terrenos pobres en nutrientes y materia orgánica sólo servían para la plantación de la vid. Y así con ese laboreo durante siglos La Rioja se configuró como un espacio vitivinícola único y total.

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Y un ejemplo de esta aseveración es la estirpe de viticultores de la familia Eguren, con sus reales en San Vicente de la Sonsierra, una villa con traza medieval a la sombra de la sierra de Cantabria y famosa por sus «picaos» de Semana Santa. En las proximidades de la hacienda familiar está la bodega en Páganos, muy cerca de Laguardia, en la Rioja alavesa. Bodega abierta y subterránea excavada en roca similar a las construidas en el siglo XVI. Sus viñedos repartidos por varios lugares de la Sonsierra riojana son un ejemplo de tradición, nobleza y galanura. Tempranillo, tempranillo peludo, garnacha y viura son las variedades representativas de sus viñedos, y estos viticultores siguen la filosofía de la calidad y el estilo. Con la puesta en escena de la tempranillo peludo en 1991 rompieron moldes y abrieron camino a la innovación en los nuevos caldos riojanos... Y los viñedos de Sierra Cantabria son el ejemplo de la tradición y el trabajo bien hecho. Y en estos lares el otoño se presentó con ánimo, fervor y joyas enológicas. Y conocer estos territorios envueltos en vino y sabiduría es acercarse a la verdad, al placer sensorial y a una tradición que marca día a día el acontecer de estos paisajes vitivinícolas…Y con estos soberbios caldos no podían faltar viandas como las pochas riojanas, los caparrones de Anguiano, el bacalao aliñado de pimientos verdes y cebolla, los espárragos rellenos y las suculentas croquetas de jamón ibérico con una bechamel prodigiosa y crujiente bien marcado de la señora María. Productos domésticos que dicen a las claras lo que representa la cocina de estos contornos a la vera del padre Ebro y en las inmediaciones de la dominadora Sierra Cantabria. Geografía, microclima y sapiencia en manos de notables viticultores que saben cuidar sus vides, controlar la vinificación y mimar sus bodegas...

Y la cata siempre presente: color rojo cereza intenso, con ribetes violáceos. Aromas notables de frutos rojos confitados combinados con los de la crianza en roble. Elegante y equilibrado en boca.

Y en Toro, Teso la Monja, un descubrimiento a tener en cuenta.

Carlos Cuesta, presidente de la Asociación Asturiana de Periodistas y Escritores de Turismo (Aspet)

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