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¿En busca del rumbo perdido?

11 de Noviembre del 2013 - Luis Arias Argüelles-Meres

«Con el comienzo de la década de los 80, los socialistas estrenaron un nuevo lenguaje político, cuyos conceptos claves no eran ya la clase obrera como sujeto histórico, el socialismo como nueva sociedad ni la República federal como forma de Estado, sino la modernización de la Administración pública, la consolidación de la democracia y la redistribución de la riqueza» (Santos Juliá).

Sin rumbo, como dice una almibarada canción. Sin pulso, como la España del Desastre del 98, según percibió Silvela. Sin discurso, cuya ausencia se pretende inútilmente salvar con una retahíla de consignas ñoñas. Así está el PSOE, sin salir del pozo en el que lo metieron dos generaciones, la de Felipe González y la de Zapatero, la generación tapón y la taponada. Y, en un momento como éste, en el que Rubalcaba recibe continuos mensajes de falta de credibilidad por parte de la ciudadanía, lo que hace el partido fundado en su día por Pablo Iglesias es plantear un recetario de urgencia que, en el mejor de los casos, no podrá ir más allá de una conmiserativa huida hacia adelante.

Si nadie discute, ni siquiera los más ortodoxos y entusiastas, que el PSOE necesita una profunda renovación de discurso y también de dirigentes, ¿cómo cabría esperar que quienes lo llevaron al atolladero en que se encuentra puedan ser capaces de plantear unas propuestas que ilusionen a la ciudadanía?

Subtítulo: Sobre la conferencia política del PSOE

Destacado: Desde el 82 a esta parte, el PSOE lo que tiene de izquierdas son sólo sus siglas

Cierto es que sería todo un alivio ponerle freno a esta derecha que nos gobierna. No lo es menos que, desde el 82 a esta parte, el PSOE lo que tiene de izquierdas son sólo sus siglas. Porque, como escribí en más de una ocasión, lo mejor que se puede decir de González es que no quiso marcharse como Azaña de la política, odiado eternamente por la derecha, y, al final, se fue como Lerroux, dejando tras de sí desbandadas y corruptelas. Porque lo mejor que se puede decir de Zapatero es que, habiendo apostado por derechos ciudadanos que la derecha más recalcitrante negó con continuas escandaleras, su arsenal ideológico, su proyecto de país no fue más allá del «buen rollito» y de los mundos de Yupi. Y, al final, se prestó a ser el primero en recortar servicios básicos a los sectores más desfavorecidos.

Y es que la historia de las dos últimas generaciones del PSOE es todo un cronicón de renuncios y renuncias en la época de González y de inconsistencia en las dos legislaturas de Zapatero, sin pasar por alto que la corrupción no fue atajada y que el partido fundado por Pablo Iglesias se prestó a hacer el papel de Sagasta en esta II Restauración borbónica, que languidece a pasos agigantados.

Batería de propuestas en esta conferencia política otoñal. Rostros sonrientes, reuniones sin aparentes dentelladas. Aun así, lo indisimulable se presenta con descaro: ¿Tiene el PSOE un proyecto asentado en argumentos para este país? ¿Se acuerda ahora, tras haber gobernado durante 21 años, de cambiar el estatus que actualmente tiene la asignatura de Religión en la enseñanza obligatoria? Aparte de oponerse a la LOMCE de Wert, ¿nadie en este partido es consciente de la urgente necesidad de un nuevo sistema educativo que deje de orillar el esfuerzo y el conocimiento? ¿Existe un inequívoco afán de combatir la corrupción y los privilegios de la mal llamada clase política? ¿Se atisba un modelo de política económica distinto al del PP, más allá de oponerse a los recortes que el PSOE no tuvo empacho en llevar a cabo desde mayo de 2010?

Por otra parte, se observa una inequívoca voluntad, también mediática, de poner las mejores expectativas en lo que pueda dar de sí la nueva presidenta andaluza. Cierto es que sus declaraciones parecen atinadas, tanto en lo que se refiere a la lucha contra la corrupción como en lo que concierne a la necesidad de vertebrar un proyecto del país por parte del PSOE. No lo es menos que no bastan las buenas intenciones y que estamos ávidos de que comparezca alguien en la vida pública con hechuras de estadista. Ojalá sea el caso.

¿Serán conscientes en el PSOE de que va a ser muy difícil que la ciudadanía conceda credibilidad a un partido que perdió el rumbo en el 82 y que, hasta el momento, ni cambió su discurso, ni tampoco su cúpula? ¿Serán conscientes, asimismo, de que su historia no tiene nada ver con la Monarquía a la que siguen apoyando casi por unanimidad, y de que la militancia en su inmensa mayoría no es ni puede ser cortesana? ¿Serán conscientes del desencanto y decepción que vinieron sembrando al no cumplir las expectativas de las que habla Santos Juliá en el párrafo que encabeza este artículo?

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