Oviedo, modelo de urbanidad
Que habrá otros pueblos o ciudades tanto o hasta más, puede que sí, y lo contrario, puede que no. Tampoco sería real ignorar actuaciones deplorables. En todos los lares cuecen habas.
Me ceñiré, tan sólo, a lo positivo, comportamientos elogiables, aparentemente simples, anónimos, sencillos, evidencia de que aún flamean signos arraigados de educación, como no debe ser de otra manera.
En la familia, en la escuela, en la Universidad, en el trabajo, admitamos la empresa como entidad nata de formación, en la sociedad, en la convivencia y forma de comunicarse, donde quiera que fuere el modo con que se hayan adquirido los buenos hábitos. Nada importa su antecedencia, son actos de urbanidad, espontáneos, instintivos, íntimos, profundos, lo que verdaderamente cuenta. Y curioso, esta significativa circunstancia la observo reflejada con mayor incidencia en lugares o servicios públicos.
Oviedo no sólo es limpieza y sus merecidas «Escobas de platino», amén de otras obras y monumentos singulares. Tomo como ejemplo los autobuses. Un medio de transporte infrautilizado, a más de ser incuestionablemente útil, cubre toda la ciudad y pueblos adyacentes, limpio, rápido y a mayores: económico. Es lamentable comprobar cómo deambulan coches de cinco y más plazas, ocupados por una sola persona, léase Hospital General, la propia ciudad, colegios, establecimientos públicos, buscando aparcamiento, despilfarrando carburante y, en consecuencia, contaminando. ¡Ah! Añádase el tiempo malgastado hasta que se encuentra hueco, algo que de antemano se sabe no existe o es pura suerte hallarlo. Los fundamentos de utilizar el coche para estos menesteres descansan en la esclavitud de un estatus ficticio o prejuicios perniciosos. Dicho sin ofender.
Y no dedico más espacio a este tipo de personas. ¿Remilgadas? Lo necesito para encomiar la actitud de la mayoría de usuarios personas que constantemente dan muestras y ejemplo de urbanidad. Cada día, cada viaje. ¡Un placer viajar con ustedes! Siéntese señora, caballero, mamá con su bebé o mayorcitos. Ocupe este asiento, este lugar. Lo ceden jóvenes, mayores, mujeres y hombres. Ayudas para subir o bajar. ¡Cuánta amabilidad y sentido cívico! A lo que vamos, ¡cuánta urbanidad!
Acuden a mi mente recuerdos de la niñez viviendo en la cuenca minera del Nalón. En el colegio donde me enseñaron y adquirí los primeros conocimientos, fuera de la familia, la misa y la lectura del «Quijote» eran temas de cumplimiento diario y la primera asignatura que figuraba en el boletín de notas que nos calificaba semanalmente era, precisamente, Conducta y Urbanidad.
Convertido en usuario cotidiano del transporte público, puedo constatar situaciones muy dignas, sin particularizar. La definición académica de urbanidad lo expresa claramente: comportamiento correcto y buenos modales como muestra de buena educación y respeto hacia los demás. Convencido de que detrás de esos comportamientos anida un sentido más profundo y trascendente: ¡la solidaridad! Da gusto convivir con personas que ejercen la urbanidad y el sentido de ciudadanía con tal nobleza. A quienes malgastan el coche en ir a tomar el cafelito, es un decir, les propongo que tomen el bus; es una experiencia... mágica. En Oviedo, desde luego, tome el transporte público.
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