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La culpa fue del viento

19 de Noviembre del 2013 - José Antonio Gutiérrez Glez. (Piedras Blancas)

Once años después, la sentencia que no condena a nadie, que deja impune la mayor catástrofe ambiental de Galicia, viene a revivir aquel sentimiento de engaño y de abandono. Tal vez el Tribunal no haya condenado porque no estaban en el banquillo todos los que debían estar. Quién sabe qué hubiese pasado si los autos de procesamiento hubieran apuntado más alto. A lo más alto, inclusive.

El tremendo daño de la contaminación del petróleo y una cierta capacidad de regeneración de la naturaleza, parecían haber extendido un manto de olvido casi tan espeso como el del galipote. Pero la sentencia, después de once años, viene a aguijonear la memoria de quienes entonces se sintieron afectados y sumamente defraudados. Porque, por mucho que la Justicia no encuentre culpables, la sociedad reaccionó como debía.

Escribo estas líneas cuando se conoce la sentencia del "Prestige". Hace más de una década que se produjo la catástrofe que llenó de negro viscoso el mar Cantábrico, ese impetuoso y bravo más de nuestra costa. Una inmensa marea negra vistió de luto a Galicia y por tanto a toda España. Y acabamos de saber que no ha pasado nada: no hay delito, no hay responsables subsidiarios, no hay indemnizaciones económicas. No hay... Pero, sí se ha perpetrado una enorme humillación a miles de pescadores, a miles de voluntarios que formaron aquella inmensa marea blanca que quería contrarrestar a la inmensa marea negra.

Alguien sostiene que han desparecido aquellos "hilillos de plastilina", (como lo denominó en su día Miguel Arias Cañete), que eran un ataque a la inteligencia y a la sensibilidad de un pueblo golpeado por la desgracia en anteriores catástrofes. Si hasta de un pequeño accidente se derivan unas responsabilidades por las que alguien ha de hacerse cargo de los daños, en un caso como el del "Prestige", obviamente alguien tiene que pagar los destrozos. En otros países de nuestro entorno, delitos ecológicos de este tipo, son severamente juzgados. Aquí no pasó nada, simplemente borrón --nunca mejor dicho-- y cuenta nueva. Existe un refrán muy acertado que asegura: "Justicia demorada, justicia denegada".

Indignación ha causado la incapacidad para exigir a los auténticos responsables de una chatarra flotante como el "Prestige", que afrontasen sus responsabilidad por cubrir 4.000 kilómetros de costa con una viscosa y mortífera masa negra, que causó graves perjuicios al medio ambiente y a actividades tan importantes para Galicia y para España como la pesca, el marisqueo o el turismo.

Ante ello, los juristas deben buscar cuantas vías sean posibles para que los actos de la Justicia se correspondan con la lógica común. Ya que si no, entretanto, los únicos paganos seremos todos los que constituimos este país.

No, no puede ser suficiente una sentencia. La sentencia de un juicio que tardó tanto tiempo en celebrarse y en el que ni un solo responsable de un barco de desguace mal reparado, ni la empresa que lo clasificó como útil para navegar, ni el armador que lo mandó al temporal, han tenido asiento en el banquillo.

Atrás quedan pues mil millones de euros de gasto, cuatro mil millones de daños estimados, y todos inocentes. ¿Será que el viento ha sido realmente el responsable?

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