La corrupción y la ideología
En el ámbito político se están produciendo hechos de corrupción verdaderamente escandalosos, tanto por su gravedad como por su extensión. Estos actos, una vez probados, deben ser castigados conforme a su gravedad y sus autores, inhabilitados políticamente.
Por su parte, los partidos a los que pertenecen deben condenarlos, expulsarlos o sancionarlos, según su gravedad.
Pero cuando el número de cargos políticos es tan extraordinariamente numeroso, como ocurre en España, es muy difícil evitar que lleguen a los cargos públicos personas que no vienen a servir el bien común, sino para aprovecharse de sus cargos para sus particulares intereses. Las personas corruptas pueden darse en cualquier partido o institución, pues la naturaleza humana tiende al egoísmo, a buscar en primer lugar lo que considera el bien propio.
Por ello, no debe culparse a los partidos a los que pertenecen, salvo que éstos los apoyen, los encubran o no los sancionen.
No es ético que un partido aproveche los fallos individuales de militantes de otro partido para atacarlos, desautorizarlos, buscando rentabilidad electoral.
Por otra parte, hay una cuestión importante que debe ser considerada: ¿por qué se vota a una opción política?
No hay duda de que los votantes conscientes y responsables votan al que consideran que defiende unos ideales que coinciden con los del elector.
Es decir, que lo que a los electores debe interesarles es el programa del partido al que van a votar, es decir, cómo va a legislar en materia económica, social, cultural, moral, religiosa.
Los fallos de corrupción individuales son anecdóticos, ante las grandes cuestiones sobre las que va a legislar el que alcanza el poder.
Pero en España ocurre que esas grandes cuestiones están muy polarizadas. Actualmente hay, básicamente, dos opciones:
Por una parte, la que se define como centro-derecha, representada por el Partido Popular.
Por otra parte, la izquierda, representada mayoritariamente por el Partido Socialista y otros dos partidos minoritarios y que, llegado el caso, apoyan siempre al Partido Socialista.
También deben incluirse en la izquierda los partidos separatistas.
En consecuencia, el Partido Popular necesita lograr mayorías absolutas para poder gobernar y, aun así, tiene dificultades, pues la izquierda se lanza a la calle fácilmente, pues no se resigna a no estar en el poder.
El Partido Popular representa, básicamente, a los españoles que no asumen las ideas de la izquierda, ni del separatismo.
Y es un hecho que la izquierda actual mantiene unas ideas que están en concordancia con el movimiento feminista de tercera ola, que son gravemente erróneas desde la fe y la moral católica, la moral natural e incluso la razón: aborto libre, libertad sexual, matrimonio homosexual, relativismo moral y cultural, el sexo no como determinación biológica, sino como determinación cultural, el reconocimiento legal de las «parejas de hecho», el laicismo militante anticatólico, etcétera.
¿Cómo puede llegarse a acuerdos con la izquierda en cuestiones tan esenciales?
Y eso es lo que los votantes deben tener en cuenta a la hora de votar responsablemente, por lo que los casos de corrupción personal son, como queda dicho, meramente anecdóticos ante cosmovisiones tan incompatibles.
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