El dolor catastrófico de Filipinas
El archipiélago de Filipinas está formado por un multiplicado número de islas e islotes que afloran en el Pacífico, formando parte de su subsuelo oceánico especialmente complejo y del correspondiente continental, junto con el litoral meteorológicamente supradinamizado o activo. Se asemeja a un peculiar «geoabanico»; las islas emergentes serían partes del armazón de tal conformación, escogida como símil pedagógico. La dinámica meteorológica interinsular procedería de la actividad de los vientos en los circuitos derivados de tan desmesurada orografía continental y litoral. La dinámica sísmica y volcánica multiplicada de este subsuelo fue descrita, por vez primera, desde la Universidad de Manila, por el asturiano y profesor de la misma durante años fray Ceferino González. En el trabajo titulado «Temblores de tierra» (1857) el mencionado clérigo, estudioso y naturalista describe las tragedias dinámico-ambientales connaturales al ser y a la posición geográfica de este archipiélago, de descubrimiento y estudio español durante tantos años. El dolor catastrófico lo percibe en cuanto que «cristianizador» de territorios llegados al conocimiento social. No quedan aquí sus intereses y trata de indagar las causas del dolor desatado de la naturaleza. En el libro referido busca explicación a los siguientes fenómenos: 1) temblores de tierra y diversas manifestaciones destructivas ligadas a los mismos; 2) extrusiones volcánicas muy fuertes con aportaciones de gases de la misma procedencia; 3) manifestaciones meteorológicas muy intensas derivadas de lluvias en aluvión, vientos ciclónicos superficiales y profundos. La descripción de estas fenomenologías es la adecuada a un muy perspicaz observador de la naturaleza y su dinámica extravagante y destructiva. Las conclusiones e hipótesis genéticas lógicamente no son tan precisas. La realidad con los conocimientos del momento es que el subsuelo de Filipinas está mal «cicatrizado»; por sus múltiples haces de fallas en abanico se escapan –intermitentemente– materiales sólidos, gaseosos y acuoso-vaporosos, acompañados de temblores y estruendos. La intrincada superficie orográfica continental, litoral, de plataforma continental y sus multiplicadas fosas submarinas dinamizadas reactivan también catastróficamente la actividad meteorológica. El dolor intermitente acompaña a esta «megacicatriz» del Pacífico con conocimiento naturalista, desde el largo tiempo de los estudios provenientes de la Universidad de Manila. Este ámbito necesita pasar de significado «abanico del dolor» a zona con aplicación de los adelantos científicos y tecnológicos más actuales, en la previsión y alerta de su muy especial geodinámica demasiado destructiva... (no pacífica). Esta herida no cicatrizada, derivada de la geofracturación (fracking) tectónica y el fraccionamiento (turbillonar) del complejo meteorológico, está sometida al sobredesarrollo urbano e industrial –incluso industrial radiactivo– de muy graves riesgos (recordemos Fukushima). Filipinas, nuestro más dolorido sentimiento de impotencia, es hoy el abanico de los dolores trágicos, que nos llama a reflexionar sobre las formas y las maneras de realizar desarrollos de comunidades humanas en ámbitos tan extremos geoambientalmente. Descansen en la paz providencial los afectados; cese el «geoabanicar», misterioso todavía en tantos aspectos, generador de inmenso dolor. No cesemos en todo tipo de reflexiones de estudio y previsión globales, así como en la dosificación de diversos aspectos del desarrollo. No falten el calor ni la ayuda social como lo hacían aquellos frailes españoles en tiempos hoy no imaginables.
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