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Los juegos del hambre

3 de Diciembre del 2013 - Sergio Rezzonico (Oviedo)

Como en la película, para algunos pocos es un juego (muy lucrativo) y para muchos otros es hambre. Así es como monta su negocio de comedor escolar en Oviedo una empresa que no se deja distraer por cuestiones morales con tal de conseguir su objetivo de rentabilidad. Claro que sin una pequeña ayuda externa no resultaría tan fácil. Hoy en día es frecuente el sistema de concurso basado en subastas para la adjudicación de contratos. En mucho casos, se trata de un buen sistema. Pero no es lo mismo adjudicar un contrato de suministro de papel para impresoras a los edificios de un Ayuntamiento, por ejemplo, que la gestión de un comedor escolar. En este caso, el precio más bajo no debería ser el principal criterio, sino la salud y el bienestar de los niños entre 3 y 12 años de un colegio público. Si una empresa presenta una oferta por debajo de lo que muchos expertos consideran el mínimo para poder ofrecer un servicio digno, habría que sospechar y verificar la calidad y factibilidad de esta oferta. El truco para obtener beneficios con unos precios tan bajos, aparte evidentemente de comprar la materia prima más barata en el mercado, es ingenioso: disminuir la cantidad de materia prima empleada para preparar los platos, pero sin que deje de sobrar comida todos los días. ¿Y cómo se consigue este aparente milagro comercial? Haciendo que los niños, aun con mucha hambre, apenas toquen plato. Poniendo un número insuficiente de cuidadores, además poco competentes y cuya última preocupación es si los niños comen o no. Preparando unos menús tan asépticos y poco apetitosos que sólo unos pocos valientes se atrevan a comer. Sin embargo, gracias a un pliego de condiciones que parece estar hecho a medida de la empresa, esos menús en teoría son perfectos desde el punto de vista nutricional. Incluso se presentan a los padres con detalles como las calorías con una precisión de dos cifras decimales, algo sumamente ridículo (la falta de sentido común parece una constante en toda esta historia). Pero nadie come. Los alumnos salen del colegio con hambre, mientras que antes de la aparición de esa empresa la mayoría comía bien y no había problemas en el comedor, hasta tenía fama de ser el mejor de la ciudad. En resumen, un negocio perfectamente montado, basado en el total incumplimiento de su misión. El único punto débil de esta empresa es su nombre: una palabra de cuatro letras en inglés demasiado simple y conocida para pasar desapercibida, que es lo que desearía cualquiera con un mínimo de ética que trabajase en ella.

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