¿Vamos al cine?
A estas alturas de la película no es ningún secreto que ver una película en el cine, valga la redundancia, ha dejado de ser una costumbre, semanal en muchos casos para los más aficionados, para pasar a convertirse en un petit plaisir, el cual, la mayoría de españoles, nos podemos permitir sólo de tanto en tanto. Ya son cosa del pasado las tardes dominicales en las que el cine era el plan por excelencia y sin discusiones. Muy atrás han quedado las palomitas tamaño XL para compartir y los debates sobre la última peli que habíamos ido a ver, o sobre cuál iríamos a ver la semana siguiente. Personalmente, ya hace tiempo que me cuesta recordar la última peli que vi en el cine, lo cual me hace sentir tristeza y añoranza de aquellos tiempos felices en los que ésta era una afición apta para todos los públicos y no sólo para unos cuantos. Y no se trata de una cuestión de moda, de tecnologías o de cambio de costumbres, sino de prioridades. Y si no, sólo hay que hacer números y calcular el gasto que supone para unos padres y su hijo/a (sólo uno/a), ir al cine (el fin de semana, eso sí, que el Día del Espectador se hizo entre semana para que padres e hijos precisamente no lo puedan aprovechar). Seguiremos apretándonos el cinturón, también con uno de los pequeños placeres que nos quedaban a los amantes del cine y de las buenas costumbres.
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