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¿Celebrar la Constitución?

7 de Diciembre del 2013 - Luis García Oliveira (Gijón)

Todos los años desde su instauración, con pautada puntualidad y en la antesala ya de cada 6 de Diciembre, sale a las múltiples palestras mediáticas una nutrida nómina de voluntariosos representantes institucionales, políticos y otras individualidades de diversa filiación, con un invariable propósito común: loar en público, grandilocuente y alabatoriamente en general, la llamada Carta Magna; o sea, la Constitución que, según algunos de ellos afirman, todos los españoles nos hemos dado.

Por lo que mayoritariamente se puede apreciar, la ciudadanía de a pie suele escucharles como el que oye llover: sus desgastados, repetitivos y cansinos mensajes, carentes del menor contenido vital para los potenciales destinatarios, suenan cada vez más huecos y vacíos, huérfanos de credibilidad.

¿Y cómo es que se ha llegado a un extremo de tan generalizada desafección hacia lo que con tan desmesurado interés se pretende vender a la ciudadanía?

Tal vez no haya que estrujarse demasiado el cerebro para identificar las principales causas de una lamentable realidad cuyo origen radica, precisa y fundamentalmente, en el fraudulento manejo y el desdén al que realmente se someten los preceptos constitucionales por parte de muchos de sus teatrales valedores.

Y es que no se puede pretender hacer creer a nadie en la validez de algo en lo que sus propios voceros evidencian no creer: ¿donde están, en el orden práctico, la custodia y la promoción gubernamental de los medios para la convivencia social que la Constitución promulga, donde la subordinación al legítimo interés general de la ciudadanía de la mayor parte de cuanto el Gobierno viene disponiendo últimamente, desoyéndola, tratando de amordazarla y mirando para otro lado?

Constitucionalmente ¿dónde encajan los desahucios a miles de familias en este país, donde la clamorosa subyugación de los legítimos derechos laborales de los trabajadores esos sin cuya intervención no es posible crear riqueza- a los ciegos y egoísta intereses de las oligarquías económicas y financieras dominantes?

De otra parte, ¿qué constitución puede soportar el desprestigio de verse abruptamente asaltada en su articulado por los descarados intereses de un mandatario extranjero? ¿O no es eso lo que se le ha permitido hacer a la Canciller alemana con su imposición de que en la nuestra se incluya el prioritario pago de los intereses por lo adeudado a las instituciones bancarias internacionales mayoritariamente alemanas, claro está- antes de invertir en cualquier otro gasto estatal sea cual fuere su naturaleza.

Tal vez, cuando escampe la multitud de fariseos que desde la impunidad muñen y retuercen la legalidad a su conveniencia particularmente, la recogida en nuestra Constitución-, las gentes de a pie podamos comenzar a creer en la validez de algo cuyo esencial contenido viene siendo diluido, ignorado y mancillado precisamente por quienes más obligados se deberían sentir a respetarlo. Mientras tanto eso no ocurra, por favor, déjennos de monsergas, que ya somos todos mayorcitos para creer en milongas que por mucho que se esfuercen en entonar desafinan demasiado.

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