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El destino se decide ahora

7 de Diciembre del 2013 - Carlos Muñiz Cueto (Gijón)

Al igual que el universo gira en torno a atractores gravitacionales, así llegamos a esta época en la que nos acercamos a una ventana de transito vital para nuestro destino. Toda una encrucijada para la Humanidad: o se traspasa y cambiamos sin provocar fractura ni revoluciones, o quedaremos atascados en una vorágine de conflictos y desgracias.

No soy teólogo pero, aún siendo toda mi preparación fundamentalmente técnica, veo a la religión como una investigación que, impaciente ante lo inexplicable, quiere encontrar respuestas rápidas a grandes enigmas, olvidando los pequeños pasos que da la ciencia con la ayuda de sus axiomas como irrefutables dogmas. Aunque en ambos casos más vale actuar, mancharse y aprender, que permanecer inmóvil e impoluto; explicar las cosas parece ser el objetivo de la ciencia, por ello se incorpora el método científico a todas las especialidades, haciendo prevalecer el lenguaje matemático. Un lenguaje que tiene una estructura formal lógica al igual que nuestro idioma; un idioma que ha conformado nuestra mente al habernos transferido los logros del pasado. Sin embargo, la realidad no es lógica sino analógica, y lo lógico es tan sólo una estructura virtual de nuestra mente. Esto no quita para que, al igual que la tecnología digital de un lector de CD nos devuelve la realidad analógica de la música, así nuestro pensamiento puede reinterpretar la realidad analógica del universo por medio de un cerebro que, educado para estructurar pensamientos lógicos, funciona totalmente de forma analógica. Por eso no estamos exentos de la chispa intuitiva de la creatividad de los sueños, ni de la crueldad de las pesadillas, ni siquiera (olvidando la angustia) de la alegría vital para enfocar el destino.

La Humanidad evoluciona y tiene como compañera de viaje al alma de Gaia. Si fracasamos, el alma de Gaía continuará sin nosotros. Aquellos primeros científicos que escribieron el Génesis nos dicen cómo comenzó nuestro destino, pero quizás ellos se equivocaron al interpretarlo como un pecado de orgullo. Lo cierto es que estamos condenados al esfuerzo creativo y a prepararnos para expandirnos por medio de los robots (nuestras criaturas) primero por el sistema solar y luego por el universo. Algo a conseguir si sabemos aprovechar las disponibilidades actuales antes de la desaparición de toda vida sobre la Tierra. Para entonces, ya deberíamos haber establecido este planeta como santuario de un reino en la Tierra y metrópoli de nuestra expansión por el universo con nuestra fabricación en el inhóspito exterior de nuestro planeta, a través de seres de metal y silicio. Quizás vayamos ya atrasados en relación a nuestras escasas disponibilidades para hacerlo pero, cuando F. D. Roosevelt mandó que le hicieran unas previsiones de futuro, no le incluyeron ni la televisión, ni el plástico, ni los trasplantes de órganos, ni el bolígrafo; sin embargo, sin exterior no hay expansión, y ya hemos llegado al límite de la mala gestión de nuestros recursos para lograrlo. La Humanidad sólo podrá salir triunfante de la gran revolución social que se nos viene encima, con un objetivo pleno y amplio de solidaridad; capaz de traspasar la ventana de transito a un nuevo modelo de búsqueda de su destino. Sólo así podrá enfrentarse a él, elegir la vida, y vivir la libertad con alegría. El mercado y el dinero (que mal usamos adoptándolos como dogmas religiosos) son instrumentos de un Díos de muerte. Mientras seamos sus adoradores en un mundo que no necesita ya esclavos de carne y hueso (salvo como reserva genética y de recambios) las élites (suicidas) continuarán su combate de competitividad y consumo provocando nuestra extinción. Convencernos de esto, y trascender al dilema que se nos está planteando, quizás sea el objetivo que se ha propuesto el Papa Francisco y la Historia del cristianismo.

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