Libertad

10 de Diciembre del 2013 - Antonio García de Vicuña (Mieres)

Escribir no es mi oficio. No soy culto, ni estudioso. A lo largo de mi vida pocas cosas he escrito, y menos aún han sido publicadas. Huyo del protagonismo, distingo belleza en la sencillez, la humildad. Me esfuerzo en evitar el egocentrismo que baña la sociedad. Sin embargo, en ocasiones, una introspección periódica de mis pensamientos me inspira. Me incita entonces a dominar y derrocar toda mi aversión inconsciente a cualquier exposición pública.

Tristemente, cada día veo más pruebas inequívocas de que ésta ardua época en la que nos encontramos no va a suponer un punto de inflexión en la forma que tenemos las personas de entender nuestra existencia. Me inclino a pensar que la mayoría de la ciudadanía se encuentra atrincherada, encajando como un valiente púgil acorralado contra las cuerdas, los continuos y duros golpes que la crisis les está propinando. Sin clemencia. Aguardando este envite, con la esperanza de que una vez acabado, puedan volver a hacer lo mismo que estaban haciendo antes de que comenzase este decadente período. Considero, en cambio, que este injusto y cruento combate debería servirnos para extirpar esa fatal creencia que tenemos de que toda institución, sea política, económica, social o moral, se asienta sobre leyes naturales, que consiguen mantener el orden social y la simetría, que aleja a los individuos de toda conducta injusta y perversa.

La realidad es bien distinta. No es sólo que estos organismos disten mucho de perseguir ese fin, sino que confabulan para conducir la energía humana por vías equivocas, consiguiendo que la mayoría de las personas hagan cosas que odian hacer, se sientan fueran de lugar, desdichadas y subsistiendo en una vida que no les entusiasma vivir, perpetuando y aumentando las desigualdades, convirtiendo entonces la delincuencia en algo inevitable.

El mejor regalo que puede recibir un hombre es aquel que se regala a sí mismo. Creemos que somos libres y realmente no lo somos. Vendemos nuestra dignidad, nuestro honor, y nos pasamos la vida preocupados por satisfacer nuestras demandas materiales, la mayoría de ellas estériles. Muchas personas se sienten libres, pero yo sólo contemplo sumisión en un orden social. No veo autodeterminación, quizás porque requiera sacrificio y dolor, o porque sencillamente confundamos libertad con comodidad. ¿Cómo puede un individuo declararse libre y vivir encadenado a los dogmas que le han impuesto?. Se han asegurado de dominar nuestra mente desde bien temprano. No habíamos empezado a pensar y muchos ya formábamos parte de una religión. El dominio de la mente humana. Un Dios omnipresente, que lo es todo en la religión. Creó un mundo inhumano, atroz, despiadado, carente de toda lógica. Tan cruel que sólo los tiranos han reinado desde su comienzo.

No se trata de olvidar lo que somos, todos deberíamos aprender a convivir con nuestras limitaciones, no hay que negarlas, hay que combatirlas. Toda persona desde los primeros años de su vida debe buscar su identidad y su libertad, para avanzar como persona, evolucionar, ganándose el respeto de sus semejantes, desarrollando la creatividad, con menos competitividad y partiendo siempre de que todos tengamos las mismas posibilidades de realizarnos como personas.

Un verdadero cambio social no puede llevarse a cabo bajo el lastre de la ignorancia. Unos pocos esperan que la mayoría se conforme con la mediocridad. Esa minoría trabaja cada día para asegurarse de que todo siga igual, para que el resto de las vidas estén controladas por fuentes externas y no por la propia voluntad de cada individuo. Hacen bien su trabajo. Y nosotros, dóciles, les echamos una mano. Somos su fiel rebaño, hacemos lo que dicen que tenemos que hacer; estudia y podrás ir a la Universidad, consigue un trabajo y podrás comprarte un buen coche, una casa, cásate, aunque no sea por amor, es lo que espera de ti la sociedad. ¿Y ahora qué?, he hecho todo lo que me han ordenado, pero no soy feliz, y me encuentro perdido en la nada y sin rumbo. No esperes entonces respuesta. Nadie va a venir a salvarte el pellejo. Olvida toda convicción, es la venda que envuelve tus ojos. La seguridad no existe, el progreso es una mentira. No eres lo que tienes, y si lo fueses, ¿qué harías cuando ya no lo tuvieses?. Tus posesiones jamás te darán una identidad, sólo un disfraz. Somos marionetas que deambulamos en un mundo que nos pertenece, pero hemos renunciado a el por simple comodidad.

Cada individuo debe manifestar su autoridad personal. Nadie puede darte ni quitarte el derecho de que te comportes de acuerdo a las normas sociales y morales que consideras apropiadas. Construir tu propia mente bajo unos valores que incidirán forzosamente en una sociedad para transformarla. Apreciar la verdadera ley natural, como afirmación de todo hombre y mujer que vive libre, sencilla y naturalmente en armonía con los requisitos de la naturaleza. Sin limitación de alguna fuerza externa. Porque alimentarse, sentir placer y realizarse, a través del pleno desarrollo de todas nuestras capacidades es la verdadera libertad, la que no necesita ninguna autoridad más que la inherente a uno mismo.

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