Muertes en la N-634
Hace unas horas volvimos a sentir un escalofrío al regresar de unos días de descanso en Ponga. Sin poder evitarlo y como en repetidas ocasiones, a los ocupantes del vehículo nos invade un extraño dolor cuando vemos que «allí mismo» acaban de morir tres personas que, como nosotros hacemos de forma habitual, transitaban por esa carretera, con la denominación trágica que sirve de título. Por allí no crecen brotes verdes desde hace décadas, antes de la última crisis pues, sino ramos de flores que surgen milagrosamente desde los quitamiedos del borde de la carretera. «Quitamiedos»... ojalá nos lo quitaran a los que entramos en las espirales entre Nava e Infiesto sin saber en qué tramo nos llegará la hora del accidente o quizá del adiós.
Once kilómetros para rezar, llenos de señales (de flechas blancas y negras que anuncian casi todas las curvas como peligrosas, señales «provisionales» –portátiles– que durante meses vienen anunciando badenes entre curvas y puentes, accesos y salidas a poblaciones, polígonos industriales y otras carreteras desde el margen interno del sentido de la marcha) y rayas continuas (en esos once kilómetros hay menos de un kilómetro de tramos en los que se permite adelantar en uno u otro sentido, sumándolos todos), firme en pésimo estado (en esto es una vía de circulación «normal») y otros etcéteras que, a buen seguro, los lectores podrán añadir.
Ahora se pintarán más rayas continuas, más limitaciones de velocidad y más señalización provisional o definitiva, más radares fijos y móviles... pero no desean la solución de verdad: un trazado con la lógica del siglo XXI.
Seguiremos pues viendo crecer ramilletes de flores que se renuevan por las cercanías de la festividad de Todos los Santos y también rezando por los muertos y por nosotros, para que no nos toque la «mala suerte» en esa maldita carretera.
Transmitimos nuestro pesar a las familias y los amigos de todos los que ahí han caído porque no pudieron evitarlo.
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