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Irán: el imperio de la razón

23 de Enero del 2014 - José María Izquierdo

En su libro «El Irán antiguo y la civilización irania» (1957), los orientalistas Huart y Delaporte hablan de la introducción por los iranios de unos nuevos principios éticos: dejar libertad a los pueblos sometidos, tolerar su religión, su lengua y sus leyes, identificar su bienestar con el del imperio, mediante una política a la vez hábil y justa, en contraste con la fría crueldad de los asirios. Su doctrina preconizaba tener «buenos pensamientos, buenas palabras y buenas acciones». El imperio aqueménida –el de Ciro el Grande– fue durante tres siglos el lugar de cambio del espíritu humano.

Por su parte, Axworthy, en su «Iran, empire of the mind» (2007), dice que el zoroastrismo, la religión de los iranios, proclive al monoteísmo, insistía en la moralidad y en la justicia, con un dios creador de la verdad y de la luz; que Irán es un pueblo que enseña a sus niños a montar a caballo, a tensar el arco y a decir la verdad, un crisol de razas con predominio ario, un puente permanente entre Oriente y Occidente, y una sociedad con un gran sentimiento de identidad, y cuyas buenas relaciones con los judíos son tan remotas como la crónica del propio Irán.

Trato a los judíos

Después de la segunda cautividad de los judíos en Babilonia por los asirios, vinieron los medo-persas (iranios). Ciro II, el Grande, decretó la libertad de los judíos de su imperio, regresando a Judea 42.360, pero la mayoría se quedó; también ordenó la devolución de sus tesoros, arrebatados por el asirio Nabucodonosor, y los ayudó generosamente a reconstruir el templo de Jerusalén y sus murallas. Su nieto Darío mantuvo y mejoró dicha encomienda (Ezra [Esdras] 2, 7, 8, 10) y Nehemiah 7, en «Kethubim»). También Nehemiah, el copero de Artajerjes, obtuvo permiso y ayuda para reconstruir las murallas de Jerusalén, recibiendo salvoconductos, escolta y materiales (Nehemiah 2).

La historia de Esther (1-10), en Kethubim, relata que el también persa Asuero (Jerjes), instigado por los enemigos de los judíos, ordenó su exterminio, pero, conquistado por los encantos de su esposa judía, Esther, decretó también, por pluma del benjaminita Mardoqueo, que los ayudara contra sus enemigos, lo que derivó en la matanza de estos. «Los judíos pasaron a filo de espada a todos sus enemigos, dando muerte a 75.000 entre los que les odiaban (Esther 5-9). Este «cambio de suerte» ocurrido el día 13 del mes de Adar, en que la desolación se convirtió en regocijo, lo celebran los judíos como los «Purim».

Los árabes y otros invasores

Posteriormente, la dinastía sasánida, medo-persa, conservó su territorio contra Macedonia, Roma y otomanos. A mediados del siglo VII los árabes ocupan gran parte del imperio y, en general, respetan a «los pueblos del Libro» (el Corán), y, entre ellos, a los judíos. Al igual que los sucesivos invasores mongoles y timuríes de Tamerlán –que inicialmente devastaron el país–, acabaron integrados dentro del núcleo medo-persa original y de su cultura milenaria. Los árabes aportaron su cultura y su religión, sustituyendo el zoroastrismo –de elevada moral– por el islamismo. Los persas conservaron su idioma indoeuropeo, el farsi, escrito con caracteres arábigos.

Influencia europea

En el siglo XIX d. C. llegan a Irán rusos e ingleses. Los rusos se quedan en el Daghestán y la Georgia persa. Inglaterra instala su compañía de las Indias Orientales, y logra la concesión del Banco Imperial de Persia y la exclusiva para emitir papel moneda. También se hace con el monopolio del tabaco (como protesta, las esposas del sah dejan de fumar), con exenciones arancelarias para sus productos y con concesiones mineras. El país se depaupera.

El siglo XX se inaugura con la licencia a Inglaterra para prospecciones petrolíferas. El descontento de la población aboca a la primera Constitución del país, y a una asamblea legislativa (1906). Sin embargo, presionado el sah por las potencias, las deroga dos años después. Este hecho coincide con el hallazgo, cerca del Golfo, de una gran bolsa de petróleo, y con la creación de la Compañía Anglo-Persa de Petróleo. La Gran Guerra completa la ruina comercial y agrícola del país.

Los Reza Pahlevi

La firma de un acuerdo que convertía a Irán en un protectorado británico hizo caer al Gobierno de 1920. Inglaterra implantó, entonces, un régimen militar y elevó al ex sargento Reza al rango de general de la División de Cosacos, que poco después se apoderó de Teherán. En 1926, el jan Reza fue coronado sah, y adoptó el nombre de Pahlevi. Sus buenas intenciones iniciales no le impidieron convertirse en un dictador al servicio del extranjero. Consiguió que el beneficio de Irán en el negocio del petróleo subiera de un 16% a un magro 20%, pero a costa de prorrogar la concesión hasta 1993.

La impopularidad del jan Reza le obligó a abdicar en su hijo Muhammad (esposo sucesivamente de Soraya y de Fara Diva), de carácter débil y sumiso. También en 1941 el Ejército americano participó en la ocupación, y dos años después Stalin, Roosevelt y Churchill conferencian en Teherán.

Durante la guerra mundial Irán fue lugar de acogida y tránsito hacia Palestina de miles de judíos que huían de Europa. Además, durante la ocupación alemana de París un funcionario iraní encontró, en su legación, cientos de pasaportes en blanco que cumplimentó a nombre de judíos, persas y no persas, para salvarlos de la Gestapo.

Cabe recordar que Irán fue neutral en las dos guerras, lo que no le salvó de sus desastres. El país quedó asolado y humillado por la ocupación aliada, y empobrecido por su escaso negocio en su petróleo y por los impuestos británicos sobre el mismo.

En los años cincuenta un nuevo Parlamento se atrevió a nacionalizar el petróleo, con la respuesta inmediata de un golpe militar, amparado por el SIS, la CIA y el Mosad. El golpe dio plenos poderes al sah y trajo un Parlamento sumiso. Los partidos fueron descabezados y la Anglo-Persa de Petróleo se convirtió en la British Petroleum, muy participada por EE UU. La elevación de los beneficios al 50/50, lo habitual en la zona, supuso una mejora generalizada en infraestructuras y educación, e impulsó una emergente clase media.

En los años sesenta, la detención del opositor Jomeini fue muy contestada; condujo a la declaración de estado de sitio y a una gran matanza de ciudadanos, coincidente con la conmemoración de los mártires de Kerbala y del imán Hussein, nieto de Mahoma e ídolo de la chía de Al. También fue motivo de indignación general la concesión de inmunidad diplomática a los militares de EE UU, la creación de escuelas, economatos y hospitales exclusivos para americanos, la compra obligada de material militar, la competencia de los productos americanos y los contrastes socioeconómicos entre extranjeros y nativos.

La República

Finalmente, la matanza del «Viernes Negro», en 1978, enardeció a la gente, provocó huelgas violentas y una manifestación masiva el día de Achurá (fiesta principal de la chía). En enero el sah abandona el país y en febrero Jomeini toma el poder, nacionaliza el petróleo y descabeza la Policía secreta (el Savak) y el régimen.

La revolución, con el apoyo masivo de la población, no fue, propiamente, de inspiración religiosa, sino debida al mal gobierno del sah, al declive económico, al afán de recuperar la propiedad del petróleo y al sentimiento de dignidad nacional ofendida por la larga dominación extranjera. Sin embargo, la chía (la rama menos legalista y más caritativa del islam) sí aunó el sentimiento nacionalista, como lo había hecho la guerra con Irak, que con su millón de muertos hermanó en el infortunio a muchas familias.

El régimen islámico ha ido evolucionando hacia un Gobierno de laicos, vigilado por los «Guardianes de la Revolución» y con una Presidencia religiosa que dirime las grandes cuestiones de política exterior. El régimen no suele considerarse, propiamente, totalitario, pues el poder está muy repartido y hay sustanciales diferencias entre los mandos.

A pesar del prolongado maltrato de Occidente, en lo que va de siglo Irán ha tendido lazos a EE UU, ofreciendo respaldo contra los talibán, aceptando el Gobierno proamericano de Irak y condenando los atentados del 11-S.

Irán es un país fuerte, tres veces del tamaño de España, de variada y abrupta geografía, con una población joven, culta y laica, que ronda los 80 millones, de predominio ario, con rica y milenaria cultura y que trata de estar a bien con Occidente.

Las soflamas de antiguos dirigentes sobre Israel son un brindis al sol, pero no carecen de razón cuando hablan del doble rasero de Occidente. Actualmente el moderado jefe del Gobierno de Irán, Hasan Rohani, trata de llegar a acuerdos con EE UU sobre el enriquecimiento del uranio por encima del 20%, suficiente para usos industriales y de investigación, pero lejos del 90%, requerido para lograr armas nucleares y para propulsión submarina. Ahora la AEIA empieza sus inspecciones; menos mal que no están a cargo, como en Irak, del parcial El Baradei, premio Nobel de la Paz 2005, premio «Roosevelt» de la Libertad 2006, cabecilla de la contrarrevolución militar en Egipto, fugaz presidente de su actual régimen militar, que con sus demoras en resolver si Irak tenía armas de destrucción masiva dio tiempo a que sonara la hora de Washington.

Desde sus guerras con la Hélade, que sepamos, y salvo esporádicos y remotos brotes antisemitas, y la llamada «crisis de los rehenes», Irán nunca molestó a Occidente, y la historia sólo habla de su buen trato a los judíos. De hecho, aún quedan miles de hebreos que viven en Irán, y su Parlamento les reserva un escaño.

Hay que desear que la disputa con EE UU se resuelva pacíficamente, y que se levanten las sanciones. También habría que valorar que, en caso de agresión, Irán no sería una presa fácil.

Bibliografía principal.

1.–«El Irán antiguo», Huart y Delaporte, Biblioteca de Síntesis Histórica, 1957.

2.–«Iran: empire of the mind», M. Axworthy, Penguin Books, 2007.

3.–«Kethubim. The Jewish Publication Society of America», 1982.

4.–Noticias en «La Nueva España».

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