Con don Juan Noriega, hombre bueno y sabio
«Es el ideal que personalmente trato de alcanzar, seguir siendo niño hasta el final porque la infancia es la fase creadora por excelencia». Jean Piaget.
En el siglo pasado me mudé a La Pedrera. De aquella se marchó Adela y con el tiempo se fueron otros muchos vecinos de los que poblaban el barrio en aquel tiempo: Tina, Sindo, Amalita, Antonio, el Roxu y José Luis, entre otros. Ahora me voy yo, era mi casa la única que aún mantenía a todos sus moradores. Y me marcho ligero de equipaje, pues sólo llevo mi vivencia y mis ideas.
Me voy seguro de hallar allí los nexos perdidos entre palabras e ideas.
Y podré entonces explorar los castros del Eterno, encontrar en recónditos mechinales otras torcas en las que Virio grabe el nombre de Maeve y vivir otras Noches Celtas serenas con las que crear historias agradables que entretengan a los Ángeles.
Quiero recorrer los altos senderos y visitar las escuelas de los Querubines para hablar con sus maestros y maestras, supongo que en el Cielo no tendrán los problemas que yo sabía arreglar en las escuelas rurales de mi tierra, pero ambiciono escuchar para poder, como siempre, seguir aprendiendo.
Y después de haber recorrido estos largos caminos, descansar en verdes praderas en las que mi Señor me hará recostar.
Tras haber escrito estas palabras no puedo menos que pedir perdón por el atrevimiento de intentar burdamente emular la sabia pluma de mi admirado y querido don Juan, pero no encontré mejor hasta siempre que regalarle palabras a quien, aunque nunca me dio clase, siempre consideré Maestro.
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