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El orgullo de ser asturianos

28 de Junio del 2009 - Javier Otero González (Salinas (Castrillón))

He nacido en el Paraíso Natural y me considero afortunado por ello. Sin embargo, la situación empieza a ser preocupante. La maldita crisis no se acaba. Muchos de mis amigos universitarios han tenido que emigrar a Madrid o a Barcelona en busca de una oportunidad de trabajo. Es triste dejar tu tierra, pero ya no se puede seguir viviendo de las grandes empresas estatales minerosiderúrgicas. Y lo más grave es que las ayudas de la Unión Europea están a punto de agotarse, los nuevos miembros de los países del Este tienen prioridad. Así las cosas, y con la Autovía del Cantábrico y la variante de Pajares sin terminar, nuestra región corre el riesgo de convertirse en una vía muerta sin interés para empresarios e inversionistas. La orografía de nuestro terreno hace que las infraestructuras de comunicaciones resulten muy caras, y de ahí nuestro secular aislamiento. En las cuencas mineras la situación es aún más preocupante. De momento salen adelante gracias al dinero de las prejubilaciones, pero cuando empiecen a morir los cabeza de familia de qué van a vivir sus hijos. De nuevo, como a principios de siglo, se verán obligados a dejar su tierra en busca de fortuna. Aquellos indianos llevaron consigo el alma de Asturias. Fundaron Centros Asturianos allí donde se establecieron y una vez de vuelta a su Asturias natal nos obsequiaron con las muestras arquitectónicas que podemos admirar a lo largo de toda la geografía regional. Veo a la sociedad asturiana postrada y resignada a su suerte. Son demasiados años, demasiados gobiernos de uno y otro color, pero la alternativa no aparece. Dios ayuda a los que se ayudan. La solución tiene que salir de nosotros mismos. Mientras tanto debemos sentirnos orgullosos de pertenecer al último reducto defensor de los valores cristianos en la edad media, cuna de la Reconquista y de una insigne dinastía de reyes. El Prerrománico asturiano constituye un patrimonio arquitectónico único de un valor incalculable. Pero lo más preciado, lo más bonito que poseemos, se halla en la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo. El trozo de lienzo que cubrió el rostro de Cristo cuando lo amortajaron tras bajarlo de la cruz, el Santo Sudario. Tras comprobar su autenticidad al comprobarlo con la Sábana Santa de Turín, esta preciada reliquia debiera haber sido objeto de peregrinación desde todos los puntos de Europa. Sin embargo, parece ser que el «marketing» de nuestros vecinos gallegos nos superó ampliamente, tal vez debido al mencionado aislamiento orográfico. Como reza la antigua copla medieval de peregrinos: «Quien va a Santiago y no San Salvador visita al criado y deja al Señor». Gracias a esta reliquia gozamos del privilegio jubilar.

En nuestra Cordillera todavía campan a sus anchas los últimos ejemplares de oso pardo de Europa, eso sí, divididos en población Este y Oeste debido a la autopista del Huerna. El asturcón de la sierra del Sueve es un caballo único en el mundo y el canto del urogallo se deja sentir todavía en Muniellos.

Nuestro querido Príncipe y sus premios reúnen cada año a la flor y nata de las artes, las ciencias, las letras, la política, los deportes y la cultura en general. Grandes personalidades e intelectuales se dan cita en el teatro Campoamor de Oviedo para rendir homenaje a los premiados. Sólo comparables a los Nobel, estos galardones hacen que la capital del paraíso se convierta en centro de atención mundial durante unos días.

Nuestra bella Princesa y nuestro admirado Fernando Alonso han vuelto a situar en el mapa a una región olvidada por los hombres pero tocada por la mano de Dios.

Qué decir de nuestra gastronomía, de nuestra sidra natural, de la belleza incomparable de nuestras playas y montañas, del color verde esmeralda de nuestros prados.

Son tantos los motivos para sentirse orgulloso de ser asturiano que no puedo comprender la resignación y pasividad ante la larga crisis económica. La política se ha convertido en el arte de hablar mucho sin decir nada, hacerse fotos en actos oficiales y coger a algún niño en brazos en época de elecciones.

Nuestra lengua, el o los bables, fue la semilla del castellano y no debe ser menospreciada en relación con otras.

Asturias es España y lo demás tierra conquistada. La Asturias roja, la Asturias minera y trabajadora. Cientos de mineros tragando polvo de carbón y arruinando sus pulmones para enriquecer al patrón. La Asturias de la mar, la lucha contra los elementos como medio de conseguir el sustento. La mina y el mar, la historia de mi vida.

Quiero volver a emocionarme al escuchar el «Asturias» de Víctor Manuel o el «Santa Bárbara Bendita». Quiero seguir yendo a ponerle una vela a la Santina cuando necesite de uno de sus favores.

Esta carta refleja la nostalgia de un marino hacia su tierra.

El hecho de sentirnos orgullosos de ser asturianos no debe albergar un sentimiento de superioridad sobre los habitantes de otras regiones de España. Todos somos iguales, personas con sus virtudes y defectos. El hombre es capaz de de lo mejor y de lo peor. No hay más que echar un vistazo alrededor. Sentirse diferente es el primer paso para sentirse superior. Gracias a Dios, el carácter amable y acogedor de los asturianos hace impensable esta posibilidad.

Adelante asturianos, demos paso a la segunda Reconquista.

No dejemos que nuestro himno sea recordado como una simple canción de borrachos.

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