Un bebé con suerte
Doy fe que no me ha sido nada fácil llegar a este mundo. De entre cientos de miles de espermatozoides solo yo he podido fecundar un óvulo (permítanme ser un poco, por pequeño, machista) y eso porque a mi madre se le olvidó tomar una de esas pastillas que vienen en paquetes de 21 y a mi padre se le rompió el preservativo último modelo con sabor a regaliz. Tampoco tomó mi madre la pastilla del día después "seguro que no pasa nada" dijo mi padre, pero ya ven que algo pasó. Después de 14 semanas terribles para mí, por las dudas de mis padres, que si lo tengo, que si no lo tengo, que si soy o no un ser humano, que si las que parimos decidimos, que los padres, los hombres parece ser, no pintamos nada en todo esto. Ya llevaba mas de veinte semanas instalado, pese a los sobresaltos, en el vientre materno y a salvo, al menos eso pensaba yo, ingenuo de mí, pero alguien aconsejaba a mi progenitora que, a pesar de la oposición de mi progenitor, podía abortar hasta con 22 semanas alegando, con la firma de cualquier médico cómplice, peligro para su salud psíquica; al parecer algunas feministas instaladas en el Gobierno habían conseguido algo que llamaban "seguridad jurídica" y no había problema, que me lo digan a mí. Pero mi madre decidió que no, que la barriga ya era demasiado prominente y que, ya saben, los vecinos y el que dirán. Me costó salir, llevaba el cordón umbilical alrededor del cuello y tuvieron que someter a cesárea a mi madre. Llevo 2 días llorando como un desconsolado en los nidos porque tengo "mono" de nicotina, mi madre es fumadora y no lo dejó durante el embarazo, y, entre llanto y llanto, escucho hablar de millones de parados y crisis total. He nacido con menos peso y quizá algo mermado de cerebro, como los epsilones a dieta baja en oxígeno de "Un mundo feliz", seguramente por eso puedo escribir cartas imposibles, por eso y porque, a pesar de todo, soy un bebé con suerte.
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