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Barcos de esclavos

17 de Diciembre del 2013 - J.J.J. Suárez González (Gijón)

Llegan las navidades y toca acordarse de los mas desfavorecidos. Estas fechas vemos a los hipócritas, a los fariseos y a los sátrapas, que durante todo el año se han cebado en sus prójimos, acordarse de los pobres, de los indigentes y de los parados. Proliferan las colectas de ropa y alimentos y se organizan comidas y cenas para los que no tienen nada. Hasta a los mas desalmados se les ablanda el corazón durante unos pocos días, en una especie de retiro espiritual para coger fuerzas y seguir haciendo de las suyas en 2.014. Ponga usted un pobre a su mesa, que está muy bien. Es loable la caridad, pero mucho mejor es la justicia social.

Son cientos de millones de personas las que lo están pasando mal en el mundo, muchas no tienen ni un pedazo de pan que llevarse a la boca ni nada que dar a sus hijos para que puedan sobrevivir, mientras unos pocos tienen en sus manos la mayor parte de la riqueza. Esto es consustancial con este sistema político, el menos malo según dicen algunos. Pero, si hay algo que puede representar mejor el deterioro moral y el salvajismo social a que ha llegado la Humanidad son los barcos de esclavos, y no me refiero a aquellos galeones que apilaban africanos para llevarlos al Nuevo Mundo y que iban regando el océano de cadáveres, inaugurando una nueva ruta para los tiburones, sino a los barcos de esclavos actuales, que solo se pueden comparar a los mas dantescos episodios históricos, como el exterminio judío perpetrado por los nazis, el genocidio de Pol-Pot en Camboya, o la matanza de los tutxis a manos de los hutus, en Ruanda, por poner solo tres ejemplos.

Miles de personas trabajan en condiciones infrahumanas en barcos anclados en aguas internacionales o que surcan los mares. Barcos chinos cargan en su país las materias primas y salen hacia Europa y América, recibiendo durante la travesía los patrones de los nuevos diseños textiles y fabricándolos durante el viaje para entregar la ropa en muy breve plazo. Barcos de pesca de altura o arrastreros, que entran en nuestros puertos todos los días para descargar el pescado y repostar combustible, llevan como tripulación-esclava a pobres desgraciados sin papeles obligados a trabajar por poco mas que la comida y sin horas libres ni descansos. Pero, todavía son peores las condiciones de los barcos fantasma que permanecen anclados en aguas internacionales, al margen de las leyes y de las inspecciones, donde se hacinan miles de esclavos, muchos menores de edad, que trabajan hasta la extenuación, que son objeto de todo tipo de maltratos y de donde solo se puede salir con los pies por delante.

Así que, en estas fiestas entrañables, cuando degustemos unos langostinos o un rape o cuando regalemos una camisa o un pañuelo, acordémonos de que quizá hay la vida de un esclavo de por medio.

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