¿Arte o vandalismo?
Una pregunta que muchas personas e incluso los propios afectados se cuestionan desde hace tiempo. El grafiti, para los que lo practican, consiste en su forma de expresión, desde sus vivencias o gustos personales hasta sus críticas o inconformismo respecto a un tema de actualidad.
Juntos o solos recorren ciudades impregnando muros o paredes con la pintura de sus sprays, ya sea de manera ilegal o legal (más la primera que la segunda), y ésa es la gran cuestión, ¿establecer zonas habilitadas en donde las personas que practiquen este hobby puedan expresarse? Opino que sí. Al igual que otros muchos temas que en la actualidad son motivo de debate y están legalizados, como, por ejemplo, el arte del toreo, éste también debería estarlo. Vivimos en una sociedad con plena libertad de derechos, y el grafiti entra dentro de la libertad de expresión, a enseñar a las demás personas y al mundo tus sentimientos, al igual que lo hace un pintor en sus cuadros o yo mismo en este artículo.
Está claro que en caso de legalizar esta afición no se nos debe escapar de las manos y que de la noche a la mañana aparezca la fachada de nuestras casas llena de grafitis y dibujos, pero de ahí nace la idea de establecer zonas en donde esto esté permitido y tenga una mínima organización. ¿A quién le haría daño a los ojos ver unos cuantos muros pintados en zonas donde no moleste a ninguna persona? Yo creo que a nadie, es más, muchos se sorprenderían del arte que muchos jóvenes tienen en su interior y no están demostrando.
No cabe duda de que disminuiría la cantidad de grafitis que se hacen ilegalmente por las ciudades y sus periferias al poder hacerlo en zonas en las que, aparte de estar permitido, el autor sabe que su obra estará ante los ojos de muchas personas.
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