La fiscalía de Asturias obedece al Sespa
Sabido es por la opinión pública que el mal llamado «poder judicial» en España no existe, desde el momento en que sus miembros son nombrados por los partidos políticos que nos gobiernan. Que la justicia no es igual para todos nos lo demuestra el hecho de que los ricos se pueden pagar su libertad, mientras que un pobre diablo que no tiene quién lo defienda, con delitos mucho menos graves, se pudre en la cárcel el resto de los días, sin ningún tipo de misericordia. Un país en donde la corrupción ha alcanzado a las más altas instituciones del Estado sólo inspira temor y desconfianza. El pueblo liso y llano se encuentra indefenso, como un barco a la deriva.
¿Quién supervisa a los jueces y magistrados? Algunos llamados «estrella» se consideran a sí mismos por encima del bien y del mal, dictando sentencias injustas, influidos por sus fanatismos religiosos y políticos. ¿Cómo es posible si no que un mismo hecho sea absuelto por unos y condenado por otros? Las malditas autonomías, en las que tanto creíamos, nos arrastraron a la miseria, haciendo diferencias injustas y poniendo trabas entre los hijos de una misma patria. La mala convivencia y la falta de seguridad atenazan a la sociedad. En lo que a la fiscalía de Asturias se refiere, por mi parte deja bastante que desear. Hace tiempo que la gente sabe que existen fármacos eficaces contra el cáncer de próstata. Los médicos lo recetan, pero el Sespa los deniega.
Dos familias del Occidente asturiano solicitaron el acetato de abiraterona y ante la negativa, repetidas veces, decidimos buscar amparo en la justicia, denunciando ante la fiscalía este atropello. Esta medicación es dispensada en toda España y en la sanidad privada, siendo Asturias la única y triste excepción. Pasado un tiempo, la fiscalía falla a favor del Sespa diciendo más o menos que los gobiernos pueden hacer lo que les dé la gana. Total, que si tenemos la desgracia de enfermar y si encima somos pobres, lo llevamos claro. Para el fiscal, que unas autonomías lo den y otras no, no es discriminación. Y que dentro de Asturias sólo lo hayan concedido en algunos hospitales tampoco es agravio comparativo ni abandono del paciente. ¡Dios mío! ¡En qué manos estamos! Por algo el mayor juramento de los gitanos es «Ojalá que gastes toda tu fortuna en abogados y médicos».
Parece que el mundo se ha vuelto al revés y que hasta nos parece justo premiar a los malos y castigar a los buenos. Así paga la Seguridad Social a las personas que cotizaron casi cincuenta años, dejándose la piel en el trabajo. Si ustedes que predican la igualdad y la justicia social se vieran aquejados por esa enfermedad, ¿se la denegarían también a sí mismos? ¿Cuántos pacientes tienen que morir hasta que los laboratorios y don Faustino Blanco se bajen de la burra? ¿Qué tendrá que ocurrir para que haya un estallido social que obligue a la casta política a regenerarse, asumiendo también ellos la crisis?
Mientras tanto, la miseria humana, con las prestaciones sociales cada vez más escasas, campeará a sus anchas por los hospitales y las listas de espera, porque no lo olviden: ¡Recortar en sanidad es recortar la vida!
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