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No piden en la calle, trabajan en la calle

17 de Diciembre del 2013 - Isabel Fernández Bernaldo de Quirós (Madrid)

Da igual que haga frío o calor, deben de adelantarse a los que viven como ellos en la miseria, y a los que, como ellos, sobreviven de recoger objetos y materiales que a otros nos sobran. No piden en la calle, trabajan en la calle.

Por delante de mi casa y por sus alrededores, pasan siempre los mismos, los que hoy sustituyen a los que pasaron en otro tiempo y seguramente, los que les sustituirán a ellos en un futuro inmediato. Cada cual se acompaña de un vehículo móvil de ayuda; unos llevan una carrito-remolque en una destartalada bicicleta, otros un simple carrito de la compra con ampliaciones ingeniosas, los más avispados un carro grande del supermercado y los más pudientes un viejo coche o furgoneta.

Los hay nativos, generalmente personas mayores y de edad madura, y los hay que se les adivina venidos de distintos países a buscar en el nuestro su propio paraíso. Unos y otros, se dieron de cara con el tsunami provocado por la crisis económica y que, como toda desgracia natural o antinatural, afecta mucho más a las clases desfavorecidas.

Recorren las calles en las que intuyen, o saben, que van a encontrar todo aquello susceptible de vender como chatarra o papel al peso y obtener así un dinero extremadamente necesario para sus vidas. Pero además, recogen cuantos elementos les puedan ser útiles para sus humildes casas y aún más humildes chabolas: un sofá, un colchón, un televisor, sillas, artilugios del cuarto de baño y cocina, etc. Elementos que no deberían de estar en la calle, pues es obligación de todo ciudadano llevarlos a los puntos limpios, pero al incumplir esta norma, indirectamente les hacen un gran favor. Son los recicladores espontáneos de la ciudad, como lo son tantos seres vivos en la Naturaleza, que arrastran su mala fama de carroñeros y descomponedores, pero que si no fuera por ellos la vida sería otra muy distinta.

Y como el dinero no les llega, visitan los contenedores donde pueden hacerse con la comida desechada por restaurantes, mercados, supermercados y grandes superficies.

Por todo ello sueño y deseo, hoy y siempre:

Que los comedores sociales y centros sociales cierren por falta de gente. Que no exista ni una sola persona durmiendo a la intemperie y ni una sola que al pasar a su lado la ignore. Que cuantos tienen en sus manos el Poder dejen de exigir sacrificios al pueblo sin antes comenzar por ellos mismos y sus administraciones. Y que no se queden y repartan el dinero de los contribuyentes a quienes se amparan bajo el manto de sus intereses partidistas. Que deje de oler tanto a corrupción, que ya es irrespirable el ambiente a ciénaga que han creado. Que el Estado cumpla con sus obligaciones. En pocas palabras, que cumplan con la constitución.

Y por el asunto que hoy he tratado, me centro especialmente en tres de sus artículos:

Artículo 35: todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a la promoción a través del trabajo y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia, sin que en ningún caso pueda hacerse discriminación por razón de sexo.

Artículo 39: Los poderes públicos aseguran la protección social, económica y jurídica de la familia.

Artículo 47: Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada.

Y añado dos más que no quiero dejar en abandono:

Artículo 27: Todos tienen derecho a la educación.

Artículo 43: Se reconoce el derecho de protección de la salud.

En este diciembre en el que se celebran grandes fiestas con raíces católicas o paganas - da igual como las celebre o considere cada cual-, en las que el consumo se dispara, en las que los regalos, la comida y la alegría tienen muchas veces el sello de la obligación. En las que el amor al prójimo se exalta como si fuera una promoción comercial más, y en las que tanto se recuerdan a los pobres, enfermos, desamparados, desahuciados, refugiados no nos vendría nada mal llevar a cabo un ejercicio de introspección para así valorar mejor qué es lo que hacemos durante todo el año respecto a lo que ahora nos toca el corazón.

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