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Te fuiste sin despedirte

19 de Diciembre del 2013 - Luis Carlos Méndez Fernández (Tapia de Casariego)

Acabo de regresar de tu sepelio y ya echo en falta tu llamada telefónica como cuando volvía de Oviedo de estar contigo ¿Ya llegasteis? ¿Fue bien el viaje?

Sabes que entre nosotros había muchas confidencias y otras muchas cosas que sólo unos pocos sabíamos. Quiero que sepas, que no te olvidaré jamás y que me siento muy triste, pero a la vez muy orgulloso de haber sido tu amigo, compartido tanto, de haber gozado de tu profunda amistad y lealtad. Fuiste una persona espléndida, desinteresada, muy cariñosa, detallista, amigo de ayudar y colaborar en cuanto podías, entrañable, y además capaz de perdonar a aquellos de los que es posible no recibieras el trato más merecido. Se que habrá personas que quizá no te entendieran, pero si te puedo asegurar que la mayoría te apreciaban. Siento no haberte podido ayudar más en las situaciones difíciles por las que pudiste pasar, pero bien sabias que estaba ahí como algún otro amigo, para lo que en la medida de mis posibilidades pudiera hacer.

Me comentó tu madre que tú, alguna vez le decías que tenías muchos amigos, pues quedó sorprendida de la cantidad de gente que ella no conocía que acudieron a despedirte. Yo asentí: así es Blanca y muchos más. Por lo inesperado y repentino de tu fallecimiento, muchas personas aún no se habían enterado del fatal desenlace y hubo otros muchos que por imponderables de la vida no pudieron estar presentes, aunque estoy seguro que sí estuvieron de corazón.

Hay tantas anécdotas, tantas vivencias, jornadas de pesca, viajes, compartir mesa y mantel, de tomar unas copas, de echar un cantarín tomando una sidra, que sería inenarrable, pero todo está almacenado en mi memoria, con mis buenos recuerdos.

Te puedo asegurar que la gente te quería y aún no sabes hasta que punto vamos a notar tu ausencia. Yo ya lo he empezado a sentir. Debido a la distancia, aunque no habláramos a diario, sabía que estabas ahí y para mi era suficiente. Temo que me va a apetecer menos ir a Oviedo y la próxima vez que vaya, me sienta sólo y perdido sin tu inestimable e insustituible compañía.

A tu familia, la hiciste como mía. Siempre me decías cosas así: ya sabes que aquí tienes tu casa; avísame cuando vengas a Oviedo para que mamá prepare una fabada; te quedas a dormir aquí; etc. etc.

Cuántas veces viniste a tu querida Tapia dónde tanto te dejaste querer. Nada más llegar, lo primero que hacías era pasar por el Palermo a comprar un bizcocho y visitar a mi madre, a Adela, etc. etc. Siempre con tus detalles con todo el mundo; con los mayores, con los niños, con los no tan niños.

Espero que allí donde estés, nos des fuerzas para soportar tu ausencia y superar la distancia de tu largo viaje.

Hasta siempre y muchas gracias por ser mi amigo.

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