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La Balesquida, institución civil

10 de Enero del 2014 - Carlos Alberto Labrada Gómez (Oviedo)

Siendo así que a menudo, al leer el diario LA NUEVA ESPAÑA, hemos de detenernos en escritos con temáticas del más variado pelaje, en ocasiones con la única intención de su autor no de transmitir, sino –vanitas vanitatis– con el mero afán narcisista de sancionar con su firma un pretendido ensayo, soflama o lección magistral que cree irrefutable, pero que a nadie interesa, aunque se trate de un catedrático, por su vacuidad o exposición infumable.

Ocurre que, inopinadamente, aparece un artículo de interés, como es el caso del excelente y documentado estudio con que nos obsequió Javier Rodríguez Muñoz, titulado «La Balesquida, una entidad civil», en la edición de este diario del sábado 6 de diciembre.

En este artículo Javier Rodríguez, sin adoctrinar ni tomar partido, pues simplemente se atiene a la verdad, la verdad histórica; objetiva y valientemente, pues extraña que ningún carbayón que se precie se haya pronunciado al respecto, pone sobre la mesa la triste realidad, parece hecho consumado, de la absorción por la Iglesia de la citada cofradía, mediante truculenta modificación de los estatutos por que se rige, de suerte que de entidad o institución civil pase a quedar sometida a la tutela de la Iglesia y del derecho canónico. Asimismo, y de ahí el adjetivo «truculenta», el señor R. Muñoz refiere el, como mínimo, poco ortodoxo proceso que se siguió y cómo en él el fiscal de la cofradía manifestó que los fines de la misma «no son otros» que la devoción y el culto a Nuestra Señora de la Esperanza...

Yerra usted, señor fiscal, e inflige, además, a los ovetenses, voluntaria o ¿involuntariamente?, un expolio en algo que les es consustancial, que aprecian por su riqueza histórica y su singularidad, poniendo en duda su inteligencia, pues el ovetense se precia de conocer la historia local y tradicional de su ciudad.

Sí es cierto que uno de los fines de la cofradía es la devoción a Nuestra Señora de la Esperanza, pero hay otros. En este punto debo hacer remisión a la clasificación de las cofradías que en su artículo expone el señor Muñoz, atendiendo a su fin y al ámbito en que se desarrolla su actividad, siendo unas devocionales, otras benéfico-asistenciales y, por último, otras, como es el caso que nos ocupa, gremiales, asociadas a un gremio u oficio, lo que no empece para que, como todas las cofradías gremiales, tuviese un patrón o patrona, que sería la Virgen de la Esperanza, al ser elegida por los sastres o alfayates. Hago remisión al documentado artículo en cuanto pueda referirse a la historia de la cofradía y su costumbre y a su fundadora, doña Velasquita Giráldez. Y creo obligada por su interés la transcripción del siguiente párrafo: «Si por algo ha pervivido y penetrado la Balesquida entre los ovetenses, no fue por su carácter religioso, sino por su espíritu festivo, tan necesario para la vida social como los alimentos lo son para la subsistencia». Hace medio siglo, precisamente en el álbum de la Balesquida, escribió el historiador y gran cronista asturiano y ovetense Juan Uría Ríu, un artículo titulado «Doña Velasquita Giráldez y la burguesía ovetense del siglo XIII», del que tomamos la siguiente cita: «Pero sobre todo su significación en los tiempos modernos va indisolublemente unida a la perpetración de las tradicionales fiestas y mimos inherentes a las celebraciones patronales de esta clase de asociaciones...». Sigue la cita, pero se haría demasiado extenso este escrito, por lo tanto, termino: señor fiscal de la cofradía, haga usted el favor de no enturbiar las aguas, deje usted en paz la única cofradía civil que tenemos el honor de poseer, y no perjudique a la Iglesia, que en la cofradía tiene el lugar y función que le corresponde. Respecto a las lagunas, corruptelas, defectos de forma, oportunismo que pueda haber en el procedimiento, espero y deseo, si aún hay tiempo, que el litigio que se sostiene en los tribunales en cuanto a la validez o no del cabildo que aprobó el cambio estatutario no le sea favorable. Y si no es así, ¡vaya por Dios!

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